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Mostrando entradas de enero, 2022

Microcuentos de terror

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  MI TURNO  por Héctor C. A.  «Ya era hora que se fueran, no aguantaba más sus respiros y risotadas.  ¿Pensaban acaso que solo era un juego, que nadie se enteraría, que las almas  no sentimos, ni queremos – ni jugamos -? ¡Ellos me invitaron, ellos me soltaron,  desde lo hondo me invocaron y ahora ya no están! Corren, a lo lejos escucho  sus pisadas que tropiezan unas con otras. Estos niños hechos de piel no  conocen la otra vida. Ellos no saben que a nosotros no nos atan ni el oxígeno,  ni el cansancio, ni el dolor; que no conocemos la pena y la compasión; ignoran  que nosotros no dormimos, que siempre vigilamos, que nada se nos escapa.  Míralos correr, algunos ya llegaron a sus casas y abrazaron a sus madres, otros  se fueron a dormir sin cenar. Piensan que todo ya pasó. ¡Ellos tuvieron la culpa!  yo nunca pensé regresar de nuevo, pero ellos así lo quisieron, ellos me llamaron  por mi nombre, abrieron la puerta y no la cerraron a tiempo. Poco tiempo les  queda. No tienen un lugar

Las coletas de Uma

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  Capítulo I El sol estaba a punto de desaparecer y la gente apuraba los últimos chapuzones del día. Era ese momento en que el astro rey juega con el horizonte y regala momentos inolvidables a la vista. Los que no estaban bañándose estaban haciendo fotos de las que presumir luego.  A la izquierda del todo, y sin nadie alrededor, una silueta apuraba esos momentos como el que apura los últimos sorbos de una cerveza.  Se intuía un cuerpo pequeño, de mujer, y un bañador color teja. Se intuía porque estaba metida hasta los hombros, y lo único que podía verse con claridad eran unas coletas que parecían tener vida propia.  Cuando ella estaba ensimismada en sus cosas y en el sol desapareciendo, se acercó un chico con su bañador granate. Alto, rizoso,  con un tatuaje en el brazo y una sonrisa de oreja a oreja.  - Hola.  - Mira que es grande la playa -susurró ella-.  - ¿El qué?  - Que es grande la playa. ¿No tienes otro sitio?  - Perdona, que yo sepa es pública y no hay ningún tip

Garage

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  CAPÍTULO 14 Para alguien, como ella, joven y con ganas de trabajar en algo en lo que había bastante demanda, el trabajo no era un problema. El martes tuvieron la charla en el piso y el viernes ya estaba poniendo copas en un pub del centro. No era el trabajo de su vida pero era el trabajo que le permitía tener unos ingresos. Había que empezar por ahí. Ganar dinero. Ya habría tiempo de escoger dónde hacerlo o para quién trabajar. En ese sitio estuvo poco, menos de dos meses, porque sólo se trabajaba los fines de semana. Si quería algo estable y con una jornada completa en condiciones tendría que renunciar a las noches de los viernes, sábados y algún jueves. No fue difícil. Se lo explicó a su jefe y lo entendió. Cosa que se la sudaba. No le estaba preguntando, le estaba informando de que iba a marcharse porque bla….bla….bla…. Iba mejorando condiciones. Su jornada laboral era más decente. Podía cenar con las chicas cuando trabajaba de mañanas. Una semana sí, otra no. En realidad era

La escrupulosa enseñanza privada

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  Hace ya unos cuantos años que, en un prestigioso y selectivo Colegio de Enseñanza regido por religiosas, un buen día se les comunicó a las niñas de los cursos superiores y en plan confidencial que, con motivo de la próxima onomástica de la Madre Supriora, sería un buen detalle por parte del alumnado que cada una aportara una pequeña cantidad de alguno de los distintos ingredientes necesarios para elaborar una decorosa tarta, que a modo de sorpresa colectiva le sería ofrecido en su momento. Como era lógico, dada además la ostentosa categoría económica de las familias de las niñas, casi todos llevaron de sus casas abundantes cantidades de algunos de los componentes, de tal manera que en un par de días, las monjitas se encontraron con más de ciento veinte huevos, sesenta y cinco litros de leche, unas ciento treinta pastillas de mantequilla, un montón de kilos de azúcar, harina, etc., todo lo cual fue discretamente guardado en sus recoletas despensas. Con una parte, bastante inferio

Garage

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 CAPÍTULO 13 Aquel piso olía a sexo de una manera increíble. De esas sensaciones que flotan en el ambiente y que no hace falta explicarlas. De las cuatro estancias que tenía, en tres de ellas había ropa por el suelo. En la cocina estaban las cazadoras y un pañuelo enorme, ademásde unos zapatos. En el salón; una camisa y una minifalda, además de unas zapatillas informales. Y en la habitación el resto. En la cama, dos cuerpos desnudos con ganas de darse tooodo el placer del mundo. En realidad, estaban ello. Y tampoco es que estuvieran ambos en la cama. Para ser más exactos, Carmen estaba en la cama, con los pies en el suelo, y Kike arrodillado en el suelo comiéndola entera. La imagen llevaba a confusión, ya que parecía, por una parte, que ella estaba disfrutando (como una loca para ser sinceros) pero, a la vez, tenia la cabeza del chico aprisionada entre sus piernas como si le fuera la vida en ello. Era como si quisiera más. O, quizás, lo que quería es que no saliera de su coño nunc

Daguerrotipo de la postguerra, último capítulo.

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 VII.- Y AL FINAL, DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS.               Con todo derecho  se puede llegar a interpretar  que la visión  que he relatado de nuestro país es especialmente negativa, pero lógicamente hay que dar por supuesto que está descrita desde mi cristal y mis circunstancias personales, intentando mostrar solo  algunos rasgos del ambiente vivido por  una generación que experimentó unos cambios tan radicales, que de alguna manera  le supuso romper con un pasado y entrar bastante  bruscamente en una nueva era, una nueva etapa, que el llegar a adaptarse a ella, les produjo un gran trauma a algunos coetáneos,  al  tener que reconocer que las generaciones actuales de jóvenes, aún con sus defectos y sus extrañas reacciones, están bastante  más preparadas en todos los sentidos, para asimilar y concebir nuevos y distintos conceptos de Dios, Patria, Trabajo y Familia.  Es como si, ante el agotamiento de los  alimentos habituales y aparecer un tipo de comida absolutamente distinta,   muchos