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Mostrando entradas de mayo, 2021

Viernes de poesía, Federico García Lorca

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    Soneto de la dulce queja Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua, y el acento que de noche me pone en la mejilla la solitaria rosa de tu aliento. Tengo pena de ser en esta orilla tronco sin ramas; y lo que más siento es no tener la flor, pulpa o arcilla, para el gusano de mi sufrimiento. Si tú eres el tesoro oculto mío, si eres mi cruz y mi dolor mojado, si soy el perro de tu señorío, no me dejes perder lo que he ganado y decora las aguas de tu río con hojas de mi otoño enajenado.

MAL TIEMPO PARA LA RECOGIDA DE ALGAS

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             Cuánto le gustaba la mar a mi abuelo. En la mar se encuentran muchas cosas, decía. Entre las piedras, leña para atizar el fuego; en sus aguas, infinidad de peces para quitar el hambre.       Eso no le restaba su preocupación por los pescadores que cada día arriesgaban sus vidas a  bordo de pequeñas lanchas, poco más grandes que una cáscara de nuez. Siempre a merced de las aguas, a veces mansas, otras revueltas, las  más enfurecidas, dispuestas a tragárselos en menos de un suspiro.       Mi abuelo miró el calendario clavado en la pared de la cocina. Era tiempo de mareas altas que llegaban hasta lo más alto de la arribada. La madrugada estaba fría como un carámbano.        A él le daba igual, no tenía pereza, estaba acostumbrado. Abonar las tierras era lo primero. La tierra yerma no daba para comer.  ...

Viernes de poesía, Fernando Alvárez Balbuena

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  De vez en cuando, un soneto Miro hacia atrás y veo tu sonrisa Presente en el recuerdo prodigioso De aquel tiempo feliz, dulce y gozoso Que transcurría sin duelos y sin prisa. Allá donde mi ser te hacía precisa Tu paso delicado y silencioso Iba hacia un horizonte luminoso Envuelto en el perfume de la brisa. Hoy el tiempo pasó y aún me pareces Luz que ilumina el alma y los sentidos Y tu grácil figura me entusiasma. En mis sueños profundos te recreces Porque eres el motor de mis latidos Y el bálsamo divino que me calma.  

Microcuentos de terror

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   «CATATONÍA» «Despertó en una absoluta y completa oscuridad. No recordaba nada de las últimas horas. Es más, no recordaba siquiera los últimos días. Se incorporó, aunque al hacerlo se golpeó la cabeza contra algo. Empezó a intentar alcanzar un interruptor y al no conseguirlo cayó en la cuenta: estaba en una caja de madera. Gritó pidiendo auxilio, pero comprendió que era inútil ya que, probablemente, estaría bajo tierra. Le comenzaba a faltar el oxígeno y un olor putrefacto le entraba por las fosas nasales. Intentó tranquilizarse, mientras palpaba en su bolsillos algo con lo que salir de ahí. Encontró una moneda y se puso a buscar un tornillo -‘Bingo’- pensó. Y comenzó a desatornillar, primero uno y luego el resto. Cuando terminó, se cubrió con la ropa la cabeza, abrió la tapa y la tierra cayó sobre él. Excavó rápidamente y salió a la superficie dos minutos después. Un momento después, cuando sintió el aire fresco, se percató que estaba en un cementerio. Justo detrás de él ...

Viernes de poesía, Manuel García Estadella

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  T IENES, ASTURIAS Tienes las noches dulces de un verano, las noches endiabladas del invierno, las tibias madrugadas, que se mecen con las luces del alba en primavera. Tienes los estertores del otoño cuando van camino de los silencios, y tienes todo el mar y todo el cielo de las verdes vaguadas que yo añoro. Tienes la marejada de los ríos y las fuentes de amor en la ensenada, rompiendo la marea en un suspiro cuando quiere salir la madrugada.

Microcuentos de terror

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  «LA CARTA» por Kenoa Gessle «La casa estaba vacía, lo había estado desde hacía algunos años, sin embargo, sentía que no estaba sola. Juntó coraje para abrir el ropero. Debía comenzar a sacar toda esa ropa. Sabía que los recuerdos podían abrumarla, pero tenía que hacerlo. Sacó un tapado de piel, un saco de vestir y un papel doblado en cuatro cayó a sus pies. Lo juntó y leyó en uno de sus lados: ‘A quien me encuentre”. Lo desdobló: ‘No estoy sola, hay alguien o algo conmigo. Lo siento. Sé que no me va a dejar salir. Tengo miedo. Me quiere, quiere atraparme aquí para siempre, lo sé. Voy a morir. Voy a morir. Tengo miedo. A quien me encuentre, por favor, díganle a mi familia que los amo”. Leyó el nombre al pie de la carta y quedó paralizada. Quiso correr hacia la puerta, pero ya era tarde. La mano inerte soltó la carta. Su nombre estaba en ella.» «SE ACERCAN» por Bellabestia «Esa noche la guardia prometía ser tranquila, sólo había un cadáver en el depósito al que se...

Desconciertos sobre el cuerpo, el alma y la muerte

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  DESCONCIERTOS SOBRE EL CUERPO, EL ALMA Y LA MUERTE.   Una de las conmociones y angustias más impactantes que llega a descubrir todo ser humano, se experimenta cuando se produce el fallecimiento de una persona más o menos cercana, causando un estremecimiento de sorpresa, dolor, temor y rechazo, al sentir tan próximo el gran misterio de la vida y ver un cuerpo inerte que ya no refleja manifestación alguna ante cualquier estímulo. En la mayor parte de los casos, la muerte debida al paso de los años, tiene un previo periodo progresivo de deterioro corporal y mental por enfermedad o vejez, que se podría entender como una indicación o participación de la cada vez más próxima extinción. El ir integrándose con la idea de la muerte, no es un ejercicio mental muy satisfactorio al patentizarse que es irremediable, pero quizás podría ayudar a asimilarla de una manera más natural, sin que llegue a producirnos forzosamente una amargura depresiva ni perturbadora, al poder se...

Viernes de poesía, Manuel García Estadella

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  A COVADONGA Santa María de Covadonga, luna y lucero de un vendaval de gaviotas, de nubes blancas volando juntas hasta tu altar. Dulce y pequeña como la brisa de un dulce cielo beso junto a la mar. Galana, reina de las estrellas, sueño infinito de inmensidad. El monte Auseva, la Cueva Santa, la Santa Cueva te cuidará de tantos vientos enrarecidos en estos tiempos de soledad. Principio del formulario

Microcuentos de terror

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  El puñal En un cajón hay un puñal. Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano. Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierte que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisión en la vaina. Otra cosa quiere el puñal. Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es, de algún modo eterno, el puñal que anoche mató un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre. En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablemente sueña el puñal con su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres. A veces me da ...