Desconciertos sobre el cuerpo, el alma y la muerte



 

DESCONCIERTOS SOBRE EL CUERPO, EL ALMA Y LA MUERTE.




 


Una de las conmociones y angustias más impactantes que llega a descubrir todo ser humano, se experimenta cuando se produce el fallecimiento de una persona más o menos cercana, causando un estremecimiento de sorpresa, dolor, temor y rechazo, al sentir tan próximo el gran misterio de la vida y ver un cuerpo inerte que ya no refleja manifestación alguna ante cualquier estímulo.

En la mayor parte de los casos, la muerte debida al paso de los años, tiene un previo periodo progresivo de deterioro corporal y mental por enfermedad o vejez, que se podría entender como una indicación o participación de la cada vez más próxima extinción. El ir integrándose con la idea de la muerte, no es un ejercicio mental muy satisfactorio al patentizarse que es irremediable, pero quizás podría ayudar a asimilarla de una manera más natural, sin que llegue a producirnos forzosamente una amargura depresiva ni perturbadora, al poder servir de ayuda para valorar, comprender y disfrutar plenamente de la fugacidad de la vida, pero es bastante frecuente que quienes han estado responsabilizados en la formación de ideologías más o menos influyentes, también suelen pasar por etapas obsesivas de miedo, temor, ansiedad y soledad hasta llegar incluso a caer en una creciente obsesión casi irracional, al ir acercándose a su tránsito.- Estos pensamientos, que suelen acompañar casi siempre al ser humano, quizás por ser el único ser viviente consciente de su propia muerte y de tener condiciones para considerarse trascendente, aún parecen más acuciantes cuando se llega a edades avanzadas, prestando más atención a toda la rumorología escatológica concerniente al misterioso destino de después de su muerte, puesto que desde siempre, han existido y siguen existiendo osados pensadores, sacerdotes y predicadores que se aventuran a preconizar sobre la futura ubicación y destino de las almas, pareciendo disponer de otro tipo de conocimientos y/o fundamentándose en interpretaciones personales de distintos textos filosóficos  o  bíblicos.

El morir, tal vez quizás podría llegar a reservarnos algún tipo de alegría y esperanza, si tuviéramos una absoluta seguridad de lo que hay al otro lado pero normalmente, por  mucha preparación que se tenga, difícilmente puede haber una actitud de serena confianza, dada su evidente e inevitable realidad, mostrando más bien prevención y congoja ante la paralización final de la vida, tanto por su casi siempre inesperada manifestación y los padecimientos que previamente se pueden sufrir, como por el misterio que hay detrás de ella, puesto que la realidad y la razón también nos demuestran que nadie que haya partido de este mundo, ha tenido posteriormente comunicación o contacto físico con los vivos y mucho menos regresar o hacerse visible, aunque sin embargo , casi todos los seres humanos tenemos una positiva tendencia a perpetuarnos y en nuestras propias creaciones, casi siempre pretendemos mantener una intención más positiva, más progresiva y trascendente, resistiéndonos radicalmente a aceptar  el  concepto  de muerte, como de desaparición total.


Los más estudiosos y avanzados investigadores, filósofos o teólogos, aún  no  han llegado a saber, confirmar ni demostrar que es lo que hay detrás de la cesación de la vida, ya que además, para entender  un posible desplazamiento al más allá, primero hay que creer y demostrar que toda persona posee esa abstracta entidad llamada alma, espíritu o energía, inmaterial e inmortal, que es lo que se desglosaría en ese momento del cuerpo físico, pasando a lo que se supone que será otra dimensión fuera de las sensaciones emotivas personales y los sentimientos activos físico-mentales (amor, tristeza, afecto, dolor, etc.), manifestados a través de nuestro cerebro humano, que también es aparentemente tan perecedero como el resto del cuerpo. Gran parte de las religiones afirman que todos tenemos esa alma invisible, adherida a un cuerpo visible que está sometido a un proceso de desarrollo y a un posterior deterioro, pero que necesita ese organismo hasta que se produce la muerte, que es entonces cuando al separarse de él pasa a ser inmortal, desarrollando unas facultades que se consideran como puramente espirituales. Es una misteriosa asociación de la que, entre otras cuestiones, también se ignora el momento en que se introduce en el cuerpo o de donde procede, aunque algunas ciencias y creencias sitúan el alma en la sangre, el aliento, el corazón, etc., sin saber definir quien origina la voluntad, la razón, el sentido del bien y del mal y si otros sentimientos específicos son independientes de otras funciones del cuerpo.

También hay quienes defienden la teoría de que el alma se transmite de padres a hijos  de igual modo que los genes, pero cualquier tipo de manifestación sobre el desarrollo y evolución del ser humano tanto físico como espiritual, tendrá que partir de las últimas investigaciones antropológicas y ver las distintas evoluciones del hombre, desde que el australopitecos se enlaza en el eslabón perdido.

La Religión Cristiana se afianza en una fe, fundamentalmente basada en la resurrección de Xto, prácticamente predicada y asumida de manera literal durante siglos con la interpretación de haberse aparecido a sus discípulos, aunque también se podría explicar cómo un ilusionado deseo de ellos por recupéralo. Actualmente, algunas voces y plumas reconocidas buscan una nueva exégesis, considerando que es el Padre quien le resucita o recupera, como culminación de la dedicación de toda su vida a Él y este recuerdo o resurrección virtual, se encadena con otras realidades y derivaciones de la vida de los creyentes, a través de la Eucaristía.

Objetivamente el mensaje que dejó Jesús de Nazaret, fuera hombre o dios, es de la más elemental y pura sencillez y a pesar de todos las falsedades interpretativas que se le fueron encajando, ha perdurado durante siglos y continúa  siendo  básico  para  intentar la convivencia y la marcha del mundo, sean cuales sean sus creencias, aunque no parezca muy acertada la rotunda declaración de San Pablo cuando dice que sin la resurrección de Jesús, la fe en él sería vana… casi tan necia como imperativa como la de quienes  aseveran que fuera de la iglesia no hay salvación. De todas maneras no hay duda de que esa confianza en creer que la vida no acaba con la defunción, es más tranquilizadora para los creyentes y muy especialmente para quienes han vivido bajo la tiranía, la injusticia, el hambre y el dolor, puesto que la terminación de su sufrimiento, le supone un gran motivo de alivio y de esperanza, al asegurarle una eterna recompensa por su docilidad y resignación. Esa seguridad ha sido muy promovida por quienes han silenciado, amparado o


se han beneficiado de los poderes tiránicos y totalitarios y esa doctrina, objetivamente contemplada, aún sin considerarla como totalmente negativa, tampoco ayudó mucho a fomentar la libertad de expresión ni a realizar la más primaria crítica.

Actualmente, algunos teólogos, filósofos y exegetas cristianos, quizás  más desvinculados o arriesgados, desarrollan el tema de la pos-muerte y la consecuente “resurrección”, basándose en otra interpretación distinta de las citas evangélicas, que aunque pudieran resultar impactantes para quienes están más aferrados a una inamovible tradición, tiene de positivo el considerarlas como libres conjeturas personales y subjetivas, empíricamente indemostrables, pero pudiendo llegar ser analizadas y debatida en el ambiente más adecuado. Siguiendo con este criterio, igualmente incuestionable y subordinado a la fe,  se puede interpretar también, que ese hipotético espíritu o energía evadida del cuerpo, se llegue a transformar en una entidad adimensional, de tipo sobrenatural. En los textos bíblicos, hay también diversas descripciones de espacios rotundamente diferenciados, en donde unas almas gozarán de eterna felicidad como premio a su perseverante fe y otros lugares para quienes serán perpetuamente rechazados por su incredulidad.

El intentar introducirnos tímidamente en el misterio, compartiendo sinceramente nuestras incertidumbres o dudas más internas, podría ser el inicio de un nivel de manifestaciones personales más interesante ya que, aunque no se llegue a ninguna conclusión positiva, puede tener el valor añadido de llegar a conocer mejor el campo o terreno en el que nos movemos y reconociendo abiertamente que en la sociedad en que nos movemos, hay distintos niveles de fe, convicciones y religiosidad, como también se perciben distintos tipos de necesidad, interés y capacidad de razonamiento, pero todos con un potencial objetivo común de estar en continua observación de los signos y demandas de los tiempos.

Personalmente sigo manteniendo discrepancias con la mayor parte de la formación religiosa experimentada y con sus bastante arcaicos ritos y medios de expresión y difusión, pero continúo manteniendo un gran interés y un respeto absoluto al misterio y por lo aún ignorado, intentando preservar mi liberación personal con una  actitud  reflexiva de sinceridad, a sabiendas de que algo basado en la nada no puede llegar a casi nada, aunque no obstante, en algún intimo rincón siempre parece quedar una pequeña confianza.


Carlos Rodríguez-Navia.

Septiembre 2002




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