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Mostrando entradas de febrero, 2020

Manuel García Estadella

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Me dijiste amor Me dijiste amor, amor de una tarde, amor de una vida, amor de un deseo, amor de caricias, amor de un suspiro, amor de mil besos, amor de una vez. Me dijiste sueño, sueño de un silencio, de un silencio roto en una pared. Me dijiste abrazo de una madrugada, me dijiste beso de labios de miel. Me dijiste tanto amor en el viento que la brisa suave se murió con  SOMNIS Els somnis suaus d'una matinada dins de les engrunes del vent de l'amor. Paisatge secret enmig la meva ànima trencant els silencis del meu petit cor. L'amargor despulla llàgrimes de pluja, carícies de l'aire, núvols i petons. SUEÑOS Los sueños suaves de una madrugada entre las migajas del viento de amor. Paisaje secreto dentro de mi alma rompiendo el silencio de mi corazón. El dolor desnuda lágrimas de lluvia, caricias del aire, nubes de algodón. Manuel García Es

El elefante atado

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Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba eran los animales. Me llamaba poderosamente la atención, el elefante. Después de su actuación, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo la estaca era un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Cuando era chico, pregunte a los grandes. Algunos de ellos me dijeron que el elefante no escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces, la pregunta obvia: – Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, me olvidé del misterio del el

Desnudos femeninos

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La noche de los feos

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1 Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia. Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro. Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras r

INTERCOMUNICACIÓN ENREDADA.

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  Formando parte de unas charlas algo informales acerca de nuestros bastante alterados sistemas de comunicación, uno de los intervinientes denunciaba claramente que, según su opinión, lo que pasaba es que en ciertos momentos, y para que se nos distingan en determinado ambiente o esfera más bien profesional o representativa, cada uno de nosotros empleamos un tipo de lenguaje con el que pretendemos de alguna manera dejar ver nuestro diferente nivel de conocimiento. Reiteradamente vemos como en gran parte de los comunicados oficiales, boletines, informes médicos, denuncias, sentencias judiciales, declaraciones institucionales, etc., hay términos o expresiones que parecen un tanto rebuscadas, confusas y hasta arcaicas, o quizás más propias de la comunicación entre miembros de una mismo profesión, clan o sector (totalmente estimable dentro de los mismos), pero que prácticamente no parecen tener amplias intenciones divulgadoras hacia todos los niveles. En otro tipo de dif

Conversaciones en Mingorrubio

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Noche oscura en el cementerio de Mingorrubio en El Pardo. Franco acaba de llegar y Leónidas Trujillo, el dictador de Santo Domingo se acerca a saludar a su amigo... —¡Mi queridísimo amigo Francisco!    —¡Hombre Trujillo!, no esperaba verte por aquí tan pronto. Perdona que no me levante, ni te de un abrazo. Es que me he quedado en nada.    —Como yo. Bueno, yo peor que estoy cosido a balazos.   ¿Y esto, mi general?    —¿Esto? Los rojos como siempre. Ni descansar en paz me dejan. Hasta que no me desenterraron no pararon estos cabrones. Tú y yo teníamos que haberlos exterminado…    —Yo traté, pero no pude con ellos. Son como la mala hierba: arrancas una y nacen mil. Y ahí siguen dando guerra.   Entre tú y yo liquidamos unos cuantos y míralos ahí los tienes, gobernándote el país y sacándote de la tumba.    —Tenías que haber oído como se puso mi nieta Merry, es igualita a mí. Qué carácter tiene esa chiquilla. Bueno y tú que te cuentas. ¿Alguna jovencita por aquí cerca pa

Martes de Carlos Rodriguez-Navia

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Calatañazor Calle de Pasajes Casa de mi abuelo en Navia Puente sobre el Henares Puerta casa pueblo castellano Urueña

Manuel García Estadella

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NOSTALGIA Decir nostalgia, es decir sueño, sueño dormido de soledad, soledad sola entre las sombras de un trozo quieto de oscuridad. Decir tinieblas, es decir viento de lontananza, lejos del mar, de la mar vieja entre suspiros de un alma rota como el cristal. Decir Asturias, es decir cielo, marea y campo, luna en el mar, mientras se escapan las golondrinas de aquellos nidos junto al hogar. Decir que llora el alma inquieta, es decir muerte, que nunca más verá la playa, donde una tarde cayó la aurora rota en un par de caracolas de la marea, de espuma blanca, de cielo y sal, en una barca a la deriva, en un silencio y un despertar. CAMPANAS DE CUDILLERO Campanas de Cudillero, sois más bonitas que el sol, de bronce, lunas y cielo, de nubes, viento y carbón. Recorréis el firmamento con vuestra mágica voz, os escucha el mundo entero por los valles del Señor cuando rompéis los silencios con v

Mis galletitas

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A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren viene con retraso y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación. Un poco fastidiada, la señora va al kiosco y compra una revista, un paquete de galletitas y una lata de naranjada. Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. De pronto, la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente. La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer ver que no ha pasado nada; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente. Por toda respuesta, el joven sonríe y toma otra galleti

Un saquín de piñas

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Ten noventa y tres anos. Alta y es belta como un xunco. Nada máis acercarme á porta reconocéume, despóis de máis de treinta anos sin vernos. Un bon abrazo y que nada de chamalla d’usté foi el sou primeiro saludo. Francisca Núñez, vecía del Porto. Toda úa muyer dende os pés á cabeza. Profundamente creyente, anque á vida nun ye fora muito ben, nun duda en afirmar: —Dios sabe que nos ten, é el mayor amigo del home y sempre m’acompaña a todas partes. El último golpe ruin d’esqueicer sucédeu este último outono. A morte anunciada da súa fiya Pepita. —Eu sabía que taba mui malía, que se m’iba morrer peró disimulaba pra qu’ella nun sufrira sabendo qu’eu lo sabía. Un día cheguéi á residencia d’Avilés. Quería vella antias de que se fora. Xa nin falaba nin vía peró que, por Dios —díceme a neta—, que nun chorase, porque taba con todo el conocemento. Condo la vin tiradía na cama, toméiye as maos y a probitía apretóumas con tanta forza que parece qu’inda sinto as súas manías