Frustración profesional

 





Se me había ocurrido llamar el día anterior a las 10 de la mañana y aparte de hacerse como que casi no conocía la revista, me dijo de muy malos modos, que no eran horas civilizadas para hablar por teléfono, que estaba out, que llamara más tarde, que preguntara por Gus y que él me diría la hora de la cita.

- Yo hubiera preferido hacerle la entrevista a una castañera, que al fin y al cabo quedan pocas y no a una artista, que parece que cada día nacen cientos...

- También todos los días desaparecen otras tantas. Esta muchacha... - me dijo el jefe agitando una fotografía en su mano - todavía no está muy lanzada y el público querrá saber algo de ella antes de que se case y la perdamos de vista.

Yo pensé que podríamos esperar a que al poco tiempo se separara y entonces hacerle otra entrevista de las que a las comadres les gusta. Eres un cínico. Quizás no se case nunca... o quizás se case y tenga un montón de hijos... No tiene cara de mala chica...Había un algo en ella, que me recordaba a mi hija Marta, aunque con 15 años más, por lo menos.

Mas tarde, hacia el mediodía, puesto al habla con el tal Gus, me dijo secamente que la hora de la entrevista era a la 1 y que nada de fotos. Le pedí que me confirmara la dirección, cogí el coche y me fui fumando un relajante cigarrillo, circulando entre un tráfico bastante fluido. Cuando llegué a la Calle del Dr. Fleming y buscaba muy despacio un sitio libre, tuve la suerte de que un amable señor me hizo unas señas, indicándome que el se marchaba en ese momento.

Mientras se iba, abrí mi portafolios y volví a echarle un vistazo a la fotografía. ¿ Sería Marta como ella de mayor ?. De repente, me encontré muy viejo y triste....

- ¡ Eh tú, listo ¡ - tuve que tocar el claxon repetidamente a uno que estaba tomando posiciones para colocarse en el sitio que quedaba libre. Me hizo la señal de la higa y salió zumbando.

Aparqué fácilmente y coloqué bien visible la tarjeta de PRENSA. 

- Venga. Parece que hasta ahora voy teniendo suerte. Vamos a justificar el sueldo.- 

Fui caminando entre boutiques, cafeterías y diversas tiendas lujosas con nombres en inglés o francés. La gente, bastante bien vestida en general, andaba deprisa y parecía mirar con desprecio a todo el mundo.

Según avanzaba, iba notando olores distintos y entre el constante de la gasolina quemada, según pasaba por los diferentes locales, me envolvían fragancias de cosméticos, café, gambas a la plancha o pizza napolitana. 

Unos pocos metros más y llegué al número 15, una hermosa casa de línea moderna con bastantes plantas y flores colgando de sus terrazas. El portal con cancela de latón y luna ahumada, tenía un enorme zaguán con un gran tresillo de cuero rojo, una mesita baja con un cenicero enorme de cerámica, varias macetas con grandes ficus y tras un pequeño mostrador, un uniformado portero, leyendo el Marca, que levantó la vista desganado y me preguntó que a donde iba. Al decirle que tenía una cita con Sonia Pino, tomó el telefonillo, pulsó un botón y habló brevemente con alguien. Después colgó, me echo una nueva mirada algo mas humana y me indicó con la cabeza el camino hacia el ascensor del fondo.

Cuando llegué al piso marcado, casi enfrente de la salida, vi a un jovenzuelo que me esperaba ante una puerta abierta. Con un despectivo pss, señaló con el dedo gordo hacia adentro, como cuando se hace auto stop. El tipo, con una melenas largas y con aspecto de sucias, vestía un pantalón de grandes cuadros, como los de los payasos de circo. sin calzado alguno y con una camiseta ajustada con una mezcla de dragones con alas de horribles colores y un cadenón plateado con la estrella de David.

Sin decir palabra, cerró la puerta e hizo otra especia de seña con la cabeza, para que siguiera adelante. Pensé que este cráneo estaba un poco pirao o que era un extranjero algo zoquete. El pequeño vestíbulo tenía un par de sillas de indefinido estilo, un paragüero forrado de piel de cebra con unos palos de golf y una sombrilla. Ya dentro, olía bastante a moqueta y hasta mi llegaba el chun chun constante de un ritmo de rock duro, que cuando llegué al salón, se hizo francamente desagradable, junto con un inequívoco pestazo a porro.

-¿Qué hay ?.-pasa y siéntate donde quieras.

Estaba medio echada sobre un sofá tapizado con pelo de borrego en color amarillo, situado de espaldas a un gran ventanal, tras el cual se divisaba una gran parte del Madrid mas cosmopolita. Vestía un pijama corto de lana, con unos lunares rojos estratégicamente colocados, rubia y larga melena casi sin peinar y aparentemente llevaba poco maquillaje. En el suelo unas pantuflas doradas con pompones. 

Frente a ella, una gran mesa baja, lacada en negro, con varios ceniceros, una muñeca antigua, un encendedor grande dorado, una botella de vodka, vasos, unas grandes gafas, un par de cajetillas de tabaco y un montón de fotografía y discos, algunos también esparcidos por la moqueta. En sus manos, un cigarrillo y mi revista ¿Qué tal ?, abierta por no sé dónde.

- No está mal, aunque un poco burguesa.

Yo, por deformación profesional y en parte para empezar a buscarle sus contradicciones, eché un vistazo a mi entorno. El barrio, el apartamento, los muebles, el carrito lleno de botellas, las revistas, discos, cuadros y un abrigo de visón blanco, descuidadamente caído sobre uno de los grandes sillones de cuero, me dieron la sensación de pertenecer más a una hortera adinerada, que a una progre actualizada.

- Gus, porfa, baja un poco el volumen. – dijo en voz alta y después calándose las grandes gafas, se dirigió hacia mí.- Pues en realidad, no  qué puedo decirte, que no me hayan preguntado ya, pero tu dirás....

Caramba, el tal Gus, no es un alienígena y entiende el cristiano. El tipo, de mala gana, bajó ligeramente la música, se sentó en el suelo y sacó un porrete del bolsillo de su espantosa camiseta. Menos mal que puedo ordenar mi pensamientos. La verdad es que las gafas esas le quedaban muy bien y le hacían muy graciosa. La chica tiene razón, ya lo sabemos casi todo y encima el jefe, me había recalcado que nada de preguntas indiscretas. Haciendo como que ojeaba unas notas de mi block, la miré directamente a los ojos y le pregunté de sopetón:

- ¿ Te gusta esta vida ?

Tras de sus gafas, vi levantarse las cejas de una manera muy estudiada. Lentamente, mirando el humo del cigarrillo y después de hacer una mueca algo desagradable, contestó con una voz muy baja, en comparación con la competitiva charanga.

- ¿Cuál? ¿Esta o mi vida artística?.. Aunque en realidad es lo mismo. Yo he luchado, sufrido y llorado mucho hasta llegar a esto. Todos ponen condiciones y todos piden el precio que saben puedes pagar... ¿Para qué dejar deudas?. .. Mis padres querían que yo estudiase pintura. Me gusta, pero ya sabes que eso no da dinero hasta que eres vieja o un caso raro y a veces ni así. En el hombre es todo mas fácil, pero en la mujer no. Ahora mis padres ya no se acuerdan de la pintura, aunque no les gusta que salga en las revistas, o al menos eso dicen, pero yo  que luego las enseñan a los amigos. Todos es cuestión de mentalidad. Les gustaría más que vistiese al estilo de antes, que tuviera un novio ingeniero y muchos hijos. Listos, ¿ eh?. Son un solete de padres, pero carcas y desfasados como todos los padres. Tienen un sentido de la vida, como si estuvieran en galeras. Les ponen un remo en las manos y no protestan. No han tenido nunca juventud, aunque hayan tenido pocos años. A mí me gusta la libertad, la noche, el vestir cómoda y natural. Vivir natural, tener amigos, muchos amigos, libres, sin remos y sin que tengan que ser ingenieros y con ganas de poblar el mundo... me gustan los tipo como Gus ¿ Eh Gus...?

Gus, seguía sentado en el suelo, silencioso, moviendo su melena al ritmo frenético de la música. Me estaba mirando entre sus pelos, y el humo del porro, con cara de malo y como si yo le pareciese una mofeta. Le debo de parecer un tipo vulgar, con mi chaqueta y mi corbata rancia. 

Ella le hace un gesto picaresco, sacando la lengua y moviéndola provocativamente. 

Me dan ganas de marcharme y vuelvo a encontrarme viejísimo con mis cuarenta y un años. Su respuesta, había sido hecha en el mismo tono, sin pasión ni emoción y con un ritmo parecido al de la mayoría de los guías de museo o como recitan el menú los camareros de una taberna de turistas. En realidad nunca me apeteció venir. Carece de interés esta entrevista y además ni siquiera estoy seguro de que la publiquen en el próximo número. Quizás pongan únicamente las fotografías que ella habrá mirado, analizado y apartado previamente, tras un minucioso análisis y en las que con forzada naturalidad aparece en diferentes posturas, juguetonas e infantiles.

Se me empieza a irritar el hígado y me apetece decirle muchas cosa fuertes. Ya no se me parece a Marta en absoluto y ni siquiera la encuentro tan mona. Esta entrevista es absurda, pueril, sin interés para ella ni para la revista. ¿ Que pinto yo aquí?

- ¿Cuál es tu color preferido?

- ¿Crees que se deben liberar las drogas?

- ¿ Cuál es tu sitio ideal de veranear?

- ¿ Cuál es tu cantante más temperamental ?

Una tras otra, contestaba a mis estúpidas preguntas, haciendo como si tuviera que pensarlas y cada respuesta la sabía yo y cada lector de estas payasadas, desde hace años. Se las habíamos oído a boxeadores, futbolistas, toreros, cantantes y hasta a los que les toca una quiniela gorda.

Nada de preguntas indiscretas. Pero... ¿ Qué coño es, una pregunta indiscreta ?. Yo no creo que sea indiscreto, aunque si es serio, el preguntarle a una chiquilla si sabe que es lo que está haciendo en la vida. Si le gustaría tener la inseguridad de no tener chico. Si le gustaría subir a una montaña, forrar un libro, pintar una silla o regar una flor. Son preguntas muy tontas, pero al menos tienen algo de humanidad y te pueden hacer pensar....

Me apetecería preguntarle si sabe lo que es ser persona y tener personalidad... si puede mirar de frente a alguien que trabaja duro.... si ha llegado a interesarse por alguien que no es conocido... si cree estar poniendo los cimientos a un mundo distinto.... También me gustaría preguntarle si ella piensa que los demás piensan...

- ¿ Te gusta viajar ?

- ¿ Qué opinas de la homosexualidad ?

- ¿ Cuál es tu signo zodiacal ?

De repente, sin esperar una respuesta mas, me levanté, dije un “con Dios, guapa” y salí del apartamento a toda vela. Ni siquiera esperé al ascensor. Mientras bajaba las escaleras, me seguía preguntando... 

- ¿ Cree esta jovencita, que la puedo beneficiar en algo con este tipo de entrevista ?

- ¿ Cree usted. jefe, que esto tiene interés para la revista ?

- ¿ Crees amigo lector, que has aprendido pacientemente a leer, para llegar a enterarte de estas chorradas ?

- ¿ Puedo estar yo contento de verdad, de tener que seguir ganándome el pan con el sudor de mi frente, de esta manera...?

Ya en la calle, hasta el bofetón del monóxido de carbono y el ronroneo de la circulación, me parecieron bastante más agradables y limpios que el ambiente del apartamento.

FIN.
                                                         

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