Las coletas de Uma
Capítulo sexto
La verdad es que la conversación era cualquier cosa menos aclaratoria. Cuanto más sabían de todo lo que estaba pasando menos entendían.
Decidieron coger los coches y volver a casa. Uma con el suyo y los tres con el de Manu. Santi se tumbó en el asiento de atrás hasta que salieron de la ciudad. El resto del trayecto estuvo incorporado metiéndose entre los dos asientos delanteros y escuchando la música que su primo llevaba a todo volumen. Se habían propuesto llegar a casa, preparar algo de cenar y después contar todo lo que, a Santi, le había pasado.
- Lo prometo. Es que no sé por dónde empezar y necesito una ducha.
Aparcaron los coches y fueron todos a casa de Manu. Unos huevos y unas patatas fritas eran un buen plan y lo podían hacer mientras la ducha y eso.
La casa era antigua pero su mobiliario y decoración eran más bien modernillos. La mesa de la cocina, por ejemplo, era grande y más alta de lo habitual. Los taburetes que la rodeaban le daban un toque informal. Una tele estaba en pared en una esquina y casi siempre ponían música en ella. La estancia en aquel rincón de la casa era muy acogedora y se notaba porque era donde casi siempre podías pillarlos. No importaba que fuera para comer, para ver una serie o para debatir sobre la cosa más trivial del mundo. Incluso las mejores cervezas se habían tomado allí.
Se pusieron a cenar los cuatro pero lo que menos les interesaba era la comida. Fue Manu el que llevó la voz cantante.
- ¿Qué ha pasado?
- Pues salí ayer en bici: con la intención de tomar algo y volver de día. Nada del otro mundo.
- Ya, eso ya lo sabemos.
- La enganché a la barandilla de la ría y me senté en una terraza.
- La encontramos. La bici está donde la dejaste.
- La terraza empezó a llenarse y una pareja no tenía dónde sentarse. Le hice una seña al camarero y le dije que me iba en cinco minutos, que les avisara si querían ocupar la mía. Vinieron, me dieron las gracias y se sentaron mientras terminaba la cerveza y me cobraban. Hubo un momento en que el chico se fue al baño. Dos minutos. Ya habían pedido, pero no tenían la consumición, y yo esperaba por el cambio. Estábamos hablando del buen día que hacía y de que por eso la terraza se llenaba. Nada serio. Y en esto noté una mano en mi hombro y alguien que me hablaba.
- ¿A quién te vas a follar? ¿A ella o a él?
- Pero eso ¿te lo dijeron a ti?
- Sí, tío, fue muy rápido. Yo estaba hablando de eso, de la pila gente que había allí, ella poniendo su chaqueta en la silla, el camarero viniendo y ….. eso. Una frase. Rápida y sencilla.
- ¿Y no viste quién fue?
- No, y tampoco le di más importancia. Llegó el otro chico, el camarero con la vuelta y las consumiciones, no sé….cogí mi móvil, me despedí y ya está.
- ¿Cómo que ya está?
- Sí, no sé. En ese momento no le di importancia. Una chorrada, una broma, alguien que me conozca y piense que es lo único que me importa en la vida….no sé.
- Vale. Y eso….¿qué tiene que ver con todo lo que ha pasado en la ría?
- Verás; la chica de la terraza era Andrea. Y supongo que el chico sea el que la acompañaba. Raúl creo que se llamaba.
- Ya, pero se
fueron, ¿no? Y no volviste a saber de ellos. No veo dónde está el
problema.
- Que Pontevedra es muy pequeño, tío. Y volvimos a
coincidir en otro sitio. Bueno, en realidad ya estaba sola.
- ¿Andrea?
- Sí.
- ¿Y fuiste a por ella? Déjame que adivine.
- Te juro que no. Misma situación: sentado en una terraza y vino ella. Y esta vez había sitio de sobra. Pero se acercó y me dijo: “¿puedo sentarme aquí o tengo que esperar que se llene?”
- ¿Y le dijiste que sí?
- Pues sí. No veía ningún problema. Chica maja, guapa y era ella la que venía sentarse allí.
- ¿No te paraste a pensar en el novio?
- Pues no. Que tampoco sabía si lo era, eh. Además, una terraza, una cerveza, no sé… no creo que si fuéramos a hacer algo malo sea el mejor sitio, ¿verdad?
- Mira, Santi, majo; ¿quieres explicarnos lo que ha pasado de una vez? ¿Es necesario que nos cuentes cada cerveza que te has tomado y con quién? – Uma empezaba a impacientarse-.
- Bueno, creo que si la chica con la que he coincidido dos veces en una tarde y con la que he tomado una cerveza está muerta….igual sí es necesario, ¿no?
- Creo que tiene razón, pero vete al grano. Sigo sin entender mucho.
- Vale, voy. Después de tomar un par de rondas nos fuimos caminando. La verdad es que no tenía muy claro lo que iba a pasar. Os dije que mi plan era volver, en bici, aún de día, pero también sabéis que si surge algo y hay que cambiar de plan, se cambia.
- Faltaría más.
- Uma, no seas picotera. Tú harías lo mismo.
- No, yo llevaría coche, y así no me metería en casa ajena.
- No llegué a ninguna casa ajena. Apareció alguien y nos sacó una navaja. Iba tapado y no se le veía la cara, pero estaba muy nervioso. Yo saqué todo lo que tenía y se lo tiré.
- ¿Dónde la rotonda? ¿Eso fue donde la rotonda?
- Sí, al final del puente. Cuando vio mi cartera y el móvil se enfadó más aún. Dijo que no entendíamos nada y empezó a insultarla.
- ¿A la chica?
- Sí, se cebó con ella. Pasó de mí y no paraba de darle empujones y llamarle zorra. Creí que la iba a rajar.
Empecé a gritar y a acercarme para hacer algo, pero tenía miedo. El tío estaba loco y le daba igual rajarnos. Cuando estaba a punto de agarrarle por un brazo noté que alguien le daba un puñetazo. Era el chico que había estado con Andrea en la terraza. Raúl creo que se llama. Pero no le dio bien. Ni siquiera se inmutó. Y entonces……
- Entonces…. ¿qué?
- Muy rápido. Joder, todo fue muy rápido. Lo tiró por encima de la barandilla a la ría. Y debió de darse un golpe antes de caer al agua, porque no noté que peleara por salir.
- ¿Y la chica?
- Andrea estaba entre asomada intentado ver qué le pasaba a Raúl y parando los golpes del tío éste. Y yo tirando de su brazo para ver si conseguía quitarle la navaja, pero nada. De hecho, lo siguiente que recuerdo fue ver como la apuñalaba. En ese momento todo se paró. Me quedé acojonado y Andrea inmóvil. Lo que él aprovechó para levantarla y hacer lo mismo que con el chico.
- ¿Tirarla al agua?
- Sí.
- ¡Jooodoer!
- ¿Y tú?
- Eché a correr. Me acojoné más y eché a correr.
- ¿Y te dejó marchar?
- No es que me dejara, pero no sé si por el miedo o lo que sea, creo que no me hubiera pillado nadie. Me escondí en el puerto entre unas lanchas y pasé la noche allí. Y parte de la mañana.
Los tres estaban atónitos escuchando a Santi contar lo que le había pasado. Tenía sentido que estuviera acojonado. Por dos motivos: había visto una pelea donde dos personas acabaron muriendo y quien no lo viera, podría pensar en él como parte implicada.
- Y ahora… ¿qué vas a hacer? ¿No deberías ir a la policía?
- ¿Tú crees? A contarles ¿qué?
- Lo que has visto. Lo que has vivido.
- Lu…. Solo lo he visto yo, nadie más. Y lo primero que van a pensar es que he sido yo. Una chica, su pareja, una pelea, los dos muertos, ella y yo en una terraza… ¿de verdad crees que iban a creerme?
- No se trata de que te crean o no, se trata de demostrar las cosas, y la verdad suele demostrarse. Porque…. esa es la verdad, ¿no?
- ¡Lu! – A Uma sólo le faltó darle una patada por debajo de la mesa-.
- Sí, esa es la verdad. Podéis creerme o no pero esa es la verdad.
- Es gay. El chico ese, Raúl, es gay. Bueno…. Era.
Manu estaba mirando algo en su móvil cuando hizo esa afirmación. En realidad, eso no cambiaba nada. Había dos cadáveres y Santi había estado en el mismo lugar que ellos. Y de no haber sido por lo que corría quizás, en vez de dos, fuesen tres. No cambiaba nada. O sí.
Ese chico parecía no ser la pareja de Andrea, así que el posible móvil de pareja despechada se tambaleaba. Andrea se había ido con él y no tenía, a simple vista, nada que se lo impidiera.
- Bueno, aunque tuviera pareja podría irse con quién quisiera. Creo yo, ¿no? -Uma siempre dando lecciones de libertades-.
- Sí, pero no es lo mismo. Alguien que no esté en esta cocina ahora mismo, y perdón por lo que voy a decir, escucha la versión de mi primo y llega a una conclusión; éste se fue con una chica, cosa de él o de ella, y la pareja de Andrea los ve y monta en cólera. O un ex, me da igual. Y Santi, después de ver como la tiran a ella a la ría, le quita el cuchillo y lo mata, haciendo lo mismo. Tira su documentación y móvil para aparentar y que suene fiable su versión y listo. Perdona, pero yo soy comisario y pienso eso. Luego ya las pruebas me dirán que no tengo razón, pero es así.
- Por eso no eres comisario. Los comisarios no piensan, interpretan versiones y pruebas, sobre todo pruebas.
- ¡Guau!
- Lo que tú quieras. Para mí, y afortunadamente para éste, es diferente.
- ¿Dónde lo has leído? ¿Es fiable?
- En las redes sociales de El Faro de Vigo. Se llamaba Raúl, cierto, tenía veintiún años y era de Santiago.
- ¿De Santiago? ¿Y qué hacía aquí?
- Lu, chica, tampoco es tan raro. Estamos en verano y no es que sea del otro mundo. Mira Santi, de Madrid.
- Pero tiene familia aquí.
- Ya, ¿y sabes si este chico no la tenía?
- No te pongas así, joder. Sólo me pareció raro que no fuera de aquí, pero tienes razón.
- A ver, calma. Tampoco hay porque discutir. La ducha y la cena me ha hecho calmarme, y estar con vosotros también. Vamos a ser un poco sensatos. Esto no es como las pelis dónde alguien mata a alguien y el grupo de amigos hace un juramento para callar el resto de sus vidas. No, esto no es así. Eso es sólo en las pelis y siempre acaba mal. Además, repito, no he hecho nada malo. No tenéis porque creerme, pero es así. Creo que debería bajar y acercarme a ver al comisario ese. ¿Cómo dices que se llama?
- Sanjurjo. No recuerdo el nombre.
- Pues eso.
En ese momento, cuando Santi estaba dispuesto a poner una cazadora y bajar a contar todo lo que sabía, a Lu le llegó un wasap.
Estás sola?
No, por?
Tenemos que hablar, pero no por wasap.
Pasó algo? Estás bien?
Sí, sí. Bueno, no del todo, pero no te preocupes.
Quieres que te llame?
No, no puedo hablar, pero tenemos que vernos.
Dónde estás?
En Portonovo. Puedes venir?
Sí, supongo que sí. Pero estás bien?
Sí, tranquila. Ah, una cosa; ven sola.
David, hostia, me estás preocupando.
Manu y Santi cogieron un coche para bajar a Pontevedra, Uma se fue a su casa y Lu, cinco minutos después de quedar sola, arrancó su viejo Kia para ir a ver su hermano. Cuando llegó, lo que se encontró fue a alguien desencajado, alguien con una cara de susto brutal y al que parecía temblarle todo
- Dame el teléfono.
- ¿Qué teléfono?
- El tuyo. Dame el puto móvil.
- ¿Por qué? ¿Para qué lo quieres?
- Tengo que contarte algo, y luego te va apetecer hacer alguna llamada, pero quiero asegurarme de que esperarás al final.
- David, ¿qué cojones está pasando aquí?
- Dame el móvil.
Nunca creyó que vería a su hermano así. Fuera de sí. Como si estuviera poseído.
- Vale. Ahora escúchame atentamente. Ayer hice algo muy feo. Algo malo. Muy malo.
- David…¡no me jodas!
- Calla y escucha. Salí por la tarde y estuve tomando algo con unos amigos. Bebimos y algo más.
- Algo más ¿de qué?
- Algo más. No importa qué.
- A mí sí.
. No, a ti no. Te aseguro que eso es lo de menos. Si quieres puedes decir que me drogo. Vale. ¿Contenta?
- No, no lo estoy.
- Pues eso.
- Sigue.
En algún momento vi al primo de Manu en una terraza. Estaba solo, y estaba muy muy guapo. Me gusta.
- No es gay. Joder….no es gay.
- Eso lo dicen todos. No importa. El caso es que me armé de valor y de lo que había tomado y me puse a acercarme. En ese momento llegó una pareja y se sentó con él. Y me saltó algo dentro que me hizo ponerme de mala baba. Así que me acerqué y le dije…. “¿a quién te vas a follar? ¿A ella o a él?
- Tú eres imbécil, ¿no?
- No, no soy imbécil. Si sumas que me gusta, que había bebido, y que me había metido lo que me había metido…
- Buffff.
- Déjame seguir; creo que ni me vio. Se lo dije por la espalda y entre la capucha y la mascarilla no creo que me haya visto. Seguí bebiendo, y un rato después vi como se iba con la chica y cruzaban el puente.
- ¡No me jodas, David!
- Calla y déjame acabar.
- La eligió a ella, por lo visto, y eso me puso de mala baba. Ese tío es un gilipollas y un…
- ¡No! El gilipollas eres tú. ¿No puede alguien, como él, salir con quien quiera estar con él? ¿O crees que alguno de los dos estaba haciendo algo obligado? Bueno, eso no importa. ¿Qué pasó?
- Que nos peleamos.
- ¿Fuiste tú quién…?
- No sé a qué te refieres exactamente pero sí. Llevaba una navaja y la tiré a la ría.
En esos momentos, Lu ya estaba tan desencajada como su hermano, ya no sabía si estarse quieta o no parar de dar vueltas sobre sí misma. No sabía si pegarle o avisar a alguien. Aunque no tenía móvil.
- ¿Todo lo que nos ha contado Santi es verdad entonces?
- Pues supongo que sí, aunque yo no me acuerdo de todo. Iba muy puesto. Sé que apareció alguien y empezó a pegarme, pero me volví más loco aún y acabó en la ría también. Y luego fui a por Santi, no podía dejarlo.
- ¿Te estás escuchando? ¿Has matado a …?
- Sí, lo sé. Por eso estoy aquí contándote todo.
- ¿Hubieras hecho lo mismo si no hubiera salido corriendo?
- Supongo que sí. Ya te digo que no estaba muy sereno y me daba igual una cosa que otra. Supongo. Pero salió disparao y no pude.
- Es muy grave lo que me estás contando. ¿Qué quieres hacer ahora? ¿Qué quieres que yo haga? ¿Para qué me has llamado?
- No lo sé. Supongo que tengo que entregarme. Debe haber mil huella por ahí. Y quizás hasta me hayan visto, o salga en alguna cámara. O el tío ese. Igual me reconoce.
- Creo que no. Hemos hablado con él y no te ha visto bien. Salvo que te vea con la misma ropa no lo hará. Creo.
- Da igual. Estoy jodido. Supongo que debería entregarme. Pero tengo que avisar a Uma.
- ¿Qué pinta Uma aquí?
- Todo.
Continuará...
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