Daguerrotipo de la postguerra, sexto

 


VI.-  EMPEZAMOS  A VER COLORES. 

      


En cierta ocasión, un  prestigioso sociólogo le comentó a Franco que si quería acabar concluyentemente con los vestigios de comunismo en España, solo tenía que lograr que el español, aparte de su orgullo, tuviera algo en propiedad. 

La larga duración de la guerra había dejado en estado ruinoso las principales urbes y entonces se inició un amplio plan de construcción de apretados núcleos y barriadas, generalmente en terrenos baratos de las afueras de la ciudad, con pequeñas viviendas de mediocre calidad pero que, si se solicitaba,  se podían adquirir mediante una aplazada y barata amortización, por lo cual fueron  muy  gratamente acogidas, fundamentalmente por gran parte de una empobrecida población proveniente de atrasados pueblos y viviendas medievales, sin electricidad, sanitarios ni agua corriente.

 Cada vez que se publicitaba triunfalmente  la entrega de llaves a  unos emocionados y agradecidos ciudadanos, más se  iba extendiendo una ambición  que casi nadie tenía en Europa, como fue la de la propiedad de una vivienda. Con ello, además de aplacar el problema de su contumaz obsesión judeo- masónica y comunista, Franco tal vez sin darse demasiada cuenta, aseguró la continuidad y futuro de bancos, compañías de seguros,  prestamistas, parásitos, rémoras y vampiros, que acompañarán para siempre a quienes pretendían conseguir tal sueño. 

Aparte de las grandes empresas, también había ocasión para que proliferaran los ineptos chapuceros y deshonestos promotores y constructores, que haciendo uso de la abundante y barata mano de obra de operarios no muy cualificados, progresaron a una velocidad increíble debido a la constante demanda de la vivienda, naves industriales, reconstrucciones y arreglos, consiguiendo llegar a la ansiada meta de poder mostrar un  nivel ostentoso de vida mundana y bien visible, con coches Mercedes, consumo de marisco y relaciones con prostitutas.

En muchos cuerpos ministeriales, despachos, estudios de arquitectura y empresas constructoras favorecidas por el conocimiento o encargo de planes parciales de ordenación urbana, urbanizaciones, barriadas o  grandes grupos de viviendas, etc., había arquitectos, aparejadores y otros desaprensivos técnicos, que  amasaron fortuna y poder gracias a la revelación de explícitos datos de  los planes parciales, ubicación de terrenos, ordenanzas de aplicación, trazados de viales y todo tipo de información de gran interés para alcaldes, inversores, mutualistas y bancos, que con esos conocimientos privilegiados, adquirían, vendían o especulaban con determinados terrenos aún a bajos precios, con  absoluta ventaja sobre los demás ciudadanos. 

El gran volumen económico que se podía mover posteriormente, requería también  del contacto y captación, mediante  altas comisiones o intereses participativos  de  quienes   tenían el poder de  otorgar o  denegar determinados permisos y licencias, con lo cual se iba formando un cada vez más descarado circulo de presión  y corrupción.


                                     


Un acreditado y muy conocido señor X, padre de una amplia familia,  miembro  activo de una velada corporación cristiana  y dueño de una valiosa empresa editorial,  pretendía  comprar un solar adjunto a su industria, para construir otras naves destinadas a ubicar nuevas máquinas rotativas impresoras, pero desde el ayuntamiento correspondiente se le informó que la ordenanza municipal en vigor no permitía ocupar ese terreno, por estar reservado a un previsto uso público.

  Su sagaz abogado, le sugirió que  con motivo de estar cercana la  época navideña, le hiciera un buen regalo al aparejador municipal, que tenía mucha influencia administrativa. Entonces, el  señor X  con gran  desprendidamente y  junto con una tierna dedicatoria de paz y alegría, envió al domicilio particular de ese importante funcionario,  un mueble  con radio tocadiscos y televisor, pero  un par de horas  después,  le fue enteramente devuelto.

 El señor X se llevó un gran disgusto temiendo ser acusado de tentativa de soborno, pero su viscoso consejero y en su nombre, se puso inmediatamente al habla con el aparejador,  para disculparse por un tremendo error que había tenido la agencia de transportes,  ya  que el regalo estaba consignado a otra dirección y le pedía  que  por favor no se sintiese ofendido por ese extraviado  envío.  El técnico aceptó tranquilamente la explicación, al tiempo que le aclaraba que la devolución no había sido por sentirse particularmente  ofendido, sino porque realmente ya tenía un mueble similar, pero con un aparato televisor de blanco y negro.  A los tres días recibió un gran televisor de color, en aquellos tiempos aún bastante escasos en el mercado.  

El señor X no recibió ninguna respuesta de agradecimiento, pero dos semanas después, una comunicación del ayuntamiento le informaba de que un reciente cambio en la clasificación y ordenamiento de la zona,  le permitía adquirir el colindante terreno y consecuentemente formalizar legalmente la ampliación de su imprenta.  

  Ese indecente comercio de informes y consentimiento, junto con otros muchos tipos de mediadores sin pundonor, sensibilidad, ni ética, engendró una serie de realizaciones chapuceras de venta fácil de monstruosas y hacinadas barriadas sociales, urbanizaciones y construcciones ramplonas y una incontrolada invasión de terrenos, playas, campos y montañas, con el resultado de unas masificaciones agresivas con la convivencia y el bienestar, además del destrozo definitivo de la personalidad de las distintas regiones.

 También una hortera y mezquina imitación del rascacielismo americano, hizo cambiar climatología, ambiente y entorno en casi toda la geografía nacional, con gran satisfacción de algunos cerriles pero interesados alcaldes, que enseñaban engreídos sus amuralladas playas, aunque tuvieran insuficientes servicios de abastecimiento de  aguas, saneamiento, transporte etc., como  Torremolinos, Marbella, Benidorm, Gandía, Cullera,  Costa Brava, etc.,  que en tiempos no muy lejanos gozaban de unas condiciones y una atractiva belleza natural, pero que en pocos años y a causa de la permitida y fomentada ambición, perversa  astucia, desprecio de normas y total carencia de sensibilidad de algunos de sus regidores, pasaron a convertirse en  comprimidos y pavorosos  ejemplos de urbanismo y arquitectura vulgar, aparente y engañosa,  aunque inexplicablemente, cada año atraía a más  turistas no muy exigentes  y gentes sencillas, muchos de los cuales nunca habían estado en un hotel ni habían visto el mar.  

En ese tipo de ambiente, principalmente de verano, también empezó a aparecer otra clase de espabilados emprendedores, que fueron  progresando muy rápidamente sin  preocuparse demasiado de la honradez, la calidad  y la  decencia de su negocio. Después de haber obtenido los pertinentes  permisos, licencias y autorizaciones, generalmente  también mediante sobornos a corruptos funcionarios municipales, empezaron  a abrir todo tipo de locales con nombres exóticos, con una feroz competencia  para irradiar sus respectivos ruidos, luces y barullo, hasta conseguir ubicar en la misma orilla de las playas, arcaicos chiringuitos parecidos a chozas o cabañas, con dudosa higiene, carencia de mobiliario y menaje, pésimos servicios sanitarios y un flotante olor a  fritanga. 

Por otro lado, entre una sociedad más honesta y convencional y gracias a la evolución natural, la lectura de revistas, el cine y el interés por  abrir los ojos al exterior,  el nivel económico se fue elevando progresivamente y el progresiva  fenómeno  del turismo barato, dio el empujón definitivo para conseguir otros cambios de mentalidad, costumbres y hábitos, no todos  positivos, puesto que en esta carrera ansiosa y un tanto ciega, se fueron abandonando otros valores que nuestra identidad tenía tradicionalmente asimilado, como eran  las buenas costumbres, la hidalguía, el honor, el buen hacer, la ética, la educación y la convivencia,  que pasaron a un plano cada vez más abandonado y menos apreciado, en un mundo en el que la supervivencia propia a toda costa, el trepar, el comprar, el conseguir y el triunfar, eran metas fácilmente  alcanzables, siempre que se abandonaran  las condiciones que parecían anclar el pasado. En esos tiempos, prevaricación  y  cohecho, eran palabras que solo manejaban los licenciados, puesto que en el lenguaje popular se denominaban pellizcos o comisiones.  

                                                     
Analizándolo  hoy algo frívolamente, la mayor parte de los españoles éramos más rumiantes que pensantes, ya que entre la búsqueda invariable del pluriempleo, la ocupación familiar y la preocupación económica, no quedaba más tiempo libre que el domingo, día de un atropellado  cumplimiento religioso y de las primeras evasiones masivas, especialmente dedicadas al fenómeno futbolístico, en cuyos campos de duelo se empezaron a manifestar  algunas ocultas  acciones y reacciones entre ciertas ciudades y provincias y en donde la rabia, la ira y el ataque verbal, se permitía y hasta se fomentaba, sin que en aquel entonces apareciesen banderas regionales, bufandas o propaganda alguna, más que la de las peñas o aficiones con inocentes pancartas de ánimo. Pero cuando el enfrentamiento era con el equipo de un país que tenía alguna animadversión contra el régimen franquista, la verborrea periodística excitaba hábilmente los ánimos de los forofos  hasta conseguir altos grados de agresividad verbal, con descorteses silbidos y pitos ante el himno del visitante .El alarido de Matías Prats  ante el gol de Zarra en Maracaná, fue como nuestra  respuesta a la “pérfida Albión”  al desastre de la Armada Invencible y solo comparable con el  famoso  grito de Rodrigo de Triana al divisar tierra.

Por ser  nuestra y diferente, también  se promocionó la patriótica Fiesta Nacional,   siempre presidida honoríficamente por las más altas personalidades y una masiva asistencia de público a las plazas, en donde frecuentemente algunos desinformados turistas sufrían grandes sobresaltos ante la brutalidad del espectáculo, que después era   considerado  como  una publica representación de la crueldad hispana. La fama y los estipendios de ciertos revolucionarios y llamativos  toreros se fueron elevando, así como la publicidad  de las agencias turísticas, dirigida hacia los  simples viajeros errantes de cualquier nacionalidad y cultura, con lo cual y desde  entonces, los  auténticos aficionados y entendidos, aseguran que esa  invasión de  curiosos asistentes  incapaces de entender el arte de la lidia,  supuso el principio de  la decadencia de la fiesta. 

 Con el futbol, el tenis, el boxeo, el ciclismo,  una afición y promoción creciente y el surgimiento de ídolos, España se fue asomando y acercando poco a poco al exterior  y también en actividades como la música, pintura, literatura, etc., se lograron éxitos que el gobierno aprovechaba  para difundir “ la verdad de España” en el mundo,  casi siempre acompañada de folklóricas estampas de pandereta, en las que se ensalzaba la saludable y recta firmeza del Caudillo y su Movimiento, las piadosas costumbres religiosas y la especial gratificación que el Altísimo estaba derramando en nuestro país.

 En la enseñanza elemental y en la universitaria, aumentó considerablemente el número de alumnos, así como el de títulos  de distintas  carreras, profesiones y oficios que iban ocupando nuevos puestos de trabajo sin ninguna experiencia, pero con un ansia irrefrenable por ganar y comprar o poder tener aval en créditos y préstamos. Progresivamente se mejoró en la alimentación, el aseo, el vestir y la vivienda, pero cuando se  empezó a popularizar la televisión y el pequeño automóvil, la relación y comunicación entre las personas se fue alejando, al tiempo que la educación, el respeto y la noble costumbre de compartir, se fue enfrentando con el fenómeno de la presunción y la provocación de la envidia para los que se quedaban atrás. El llegar a tener un cochecito 600, era una de las mayores aspiraciones del trabajador que iba superando las etapas paulatinamente  con gran esfuerzo  y éste fenómeno, fue una de las causas más influyentes en el cambio de actitud y talante del español medio, que fue ahuyentando una frustración latente, aportándole  una moral y una autoestima muy considerable, que  fue posteriormente convirtiéndose en obsesiva y  obtusa, por estar convencido de que su posición  y su respeto social estaba en gran parte fundamentada en la potencia y tamaño de su automóvil.

 Habíamos  dejado muy atrás e arado romano, el brasero de cisco, los traperos recogiendo la basura, los busca-colillas, los retrasos de RENFE, las alpargatas de esparto, la cartilla de racionamiento, los taxis con gasógeno, los cines de sesión continua, el pluriempleo, los vendedores de botijos, el lápiz tinta, los papeles atrapamoscas en los bares, las tiendas de ultramarinos con el gato ratonero durmiendo encima de los sacos, las escupideras de latón en peluquerías y cines, los serenos, etc., naturales situaciones  arraigadas principalmente  en el medio rural que, año tras año,  nos habían ido alejando mucho del mundo normal del otro lado de  los Pirineos. 

  La familia, con unas tradiciones casi intocables desde siglos, lógicamente también sufrió un colosal cambio, debido en parte a la normal evolución del mundo, a la iniciación de una audaz libertad personal y a una cada vez más acuciante necesidad colectiva de respirar aires distintos. La  creciente secularización de un mundo con una religiosidad un tanto forzada por la amenaza y el temor, liberó gran parte de los tabúes, normas y reglas para aquellos que no le encontraban  más sentido religioso que la obligatoriedad. Los jóvenes matrimonios,  ya se planteaban seriamente el número de hijos, aunque tuvieron que pasar muchos años antes  de que se pusiera a la venta la píldora anticonceptiva, por supuesto con la total reprobación eclesial.

Tras el Concilio Vaticano II, una gran parte de la iglesia intentó abrir ventanas y puertas, pero enseguida tropezó con los intereses inamovibles de quienes no querían una renovación evolutiva y se volvieron a conservar los cerramientos y  mantener la secular distancia   y la soberbia de considerarse la salvaguarda de  la única Verdad. En algunas parroquias, se fue abandonando el latín y se emplearon las lenguas propias, curas jóvenes con voluntad renovadora   cambiaban  algunos actos litúrgicos,  logrando la  participación de los fieles  en lecturas, músicas, encuentros y con una catequesis más nueva y sencilla, dando entrada a bastantes adolescentes entusiasmados, pero  muchas  o casi todas, se quedaron nada más que en el mero folklore, tolerado por la jerarquía  de bastante mala gana y no se continuo con una adaptación litúrgica  más avanzada y de más acuerdo con la mentalidad de la nueva juventud, en su difícil camino de su iniciación a la mayoría de edad.

                                   

En algunas  comunidades, se formaron grupos de personas adultas de inquietudes más amplias, con celebraciones bastante espectaculares y participativas, en donde de alguna manera  también se denunciaban situaciones sociales y políticas injustas desde un punto de vista humano y evangélico,  pero a  las autoridades gobernantes no les gustaba la temática, por considerarla políticamente tendenciosa, manipuladora y  subversiva y desde la potestad eclesial, salvo pequeñas excepciones, se consideraban como  peligrosas y provocadoras. Este contraste de posturas, produjo una separación de personas más maduras e inquietas y con una consciente emancipación del conservadurismo jerárquico, deseando poner en común otras  visiones más progresistas y  una nueva forma de enfocar la religiosidad, la liturgia y las preces,  si bien también había quienes aprovechaban las circunstancias para introducir ideologías políticas algo extremistas. En algunos barrios de la periferia,  en donde apareció el fenómeno de los llamados “curas obreros”, la dinámica fue distinta, algo más agresiva y politizada y también más justificada y lógica, por ser zonas algo marginadas y  vivir más de cerca y agudamente los problemas colegios, sanidad,  transportes y servicios.

También en el ambiente de calle y especialmente en los solapados círculos liberales, se iba notando ya cierta preocupación  por el imprevisible  futuro político del país, sobre todo ante nuevas disposiciones, leyes, cambios de personajes y muy especialmente por la personal decisión de Franco en 1969,  de proponer a Juan Carlos de Borbón  su sucesor,  a título de rey,  quien ostensiblemente receloso y  después de haber jurado fidelidad a los principios que informan el Movimiento Nacional (?),  en los años posteriores se dedicó a darse a conocer limitadamente al pueblo, trabar contacto con los países preferentes, disimular  y deambular bastante extraviado entre los círculos empresariales, tratando de ignorar la perpetuada  animadversión de La Falange y  el lógico  recelo y  envidia del ejército, por su aparente falta de seguridad en su alta graduación, conseguida después de su breve paso por las tres academias militares.

 La posibilidad de  disfrutar de un futuro rey  suscitó en la ciudadanía variables  reacciones, que iban desde la ilusión de los rancios tradicionalistas, el rechazo de los idealistas republicanos y la esperanza de quienes confiaban en el cordura del caudillo, pasando por la tan española etapa de  algazaras, chistes y chacotas populares sobre  por su predecible brevedad. El tiempo y las circunstancias cambiarían muy radicalmente casi todos los vaticinios que se hicieron  sobre la corona.   


                                                               

   Juan Carlos  Borbón y Borbón, a los ojos de una gran mayoría de españoles, era un títere de Franco e incluso algunos falsos profetas le apodaban el breve, pero arrastraba una historia bastante inquieta, desde que fue  autor involuntario  del homicidio de su hermano menor y posteriormente por haber aceptado la educación especialmente impuesta y controlada por el Generalísimo, con catedráticos bastante añejos, serios profesores de temas históricos y la ceñida  formación religiosa aplicada por el dominico Padre Aguilar. Su timidez era evidente y no le ayudaba mucho cierto defecto lingual que se manifestaba claramente en sus escogidos discursos 

    Cuando terminó el bachillerato,  realizó algunos estudios en la Universidad aunque no hizo carrera específica alguna, pasando por las academias militares del Aire, Tierra y Marina.  En su momento su padre D. Juan,  en un escenario  tenso y por evitar una seria conmoción en la marcha del proceso democrático, renunció de su legítimo derecho a la corona en favor de su hijo,  pero  estiró mucho las relaciones familiares y dejó otro borrón más en su historia.  

  Durante unos cuantos años,  parecía evidente la simpatía que gozaban   Sofía y Juan Carlos y de alguna manera el rey hasta parecía tener cierto  aprecio popular, por presentar a veces una imagen menos convencional, pero la mayoría de los  españoles no somos monárquicos y el  posterior deterioro de su fama personal, no fue mejorando su imagen, al empezar a saberse  los escarceos del monarca y  a propagarse en los medios de difusión  los comentarios acerca de sus infidelidades y evasiones. 

Ese desapegó aún se manifestó más, cuando se supo algo del progresivo aumento de su fortuna personal, sus interesadas relaciones con el rey  Fahd de Arabia Saudita, los regalos de automóviles, motocicletas y yates como el Fortuna, casi único en el mundo, que  llego a costarle a los empresarios mallorquines más de 3.000 millones de pesetas, además de sus descarados encuentros con Corina, la cacería de Botsuana y sus accidentes e incidentes en los que comprometía la corona con su inmadura actitud,  hasta que tuvo que abdicar en su hijo Felipe, cando el ambiente  familiar  estaba  ya muy  desmembrado.

La Reina Sofía, ha sido un ejemplo de saber estar y hasta de dignidad discreta y parece completar su vida, siguiendo sus ya tradicional afición a la música y ser una entendida de arte, aunque los matrimonios de sus hijos tampoco resultaron tan lúcidos como fuera de desear, al tener  algunas contingencias que causaron una publicidad no muy favorable.  

                                          

Elena, la hija mayor, celebró una fantasiosa boda con Jaime de Marichalar, hijo de la condesa viuda de Ripalda, pero a los catorce años se produjo un cese temporal de la convivencia, acabando en un definitivo divorcio. Froilán, el hijo primogénito, protagonizó algunos comentarios de prensa cuando, al estar manipulando una pistola, accidentalmente se pegó un tiro en un pie.    

 Cristina  se casó con Iñaqui Urdangarín, un plebeyo popular y famoso jugador de baloncesto, con buena figura y simpatía popular, pero que resultó inculpado en unos injustificables casos de corrupción, estafa y fraude fiscal, siendo condenado a más de cinco años e ingresado en una celda  con patio, comedor y gimnasio pero en absoluta soledad en un restringido  penal de Ávila. El título de Duques de Palma, fue revocado por el rey.   

Felipe, el único varón,  tuvo una esmerada y bastante liberada educación en un colegio privado aunque lógicamente limitada  por su condición de príncipe. Es licenciado en derecho, posee varios masters, realizando estudios en varios países y se dice que  habla correctamente cuatro idiomas.  Parece ser que cuando ya era una persona adulta, tuvo algún tipo de problema familiar cuando salía en compañía de alguna dama que no parecía conveniente a la corona, pero cuando hizo prevalecer su voluntad y anunció públicamente  su compromiso con  Leticia Ortiz, una asturiana hija de padres republicanos, periodista, divorciada y presentadora de TV,  ocasionó serias temblores y alteraciones en el  protocolo de las realezas,  ya que  según las leyes antiguas y que parecen estar  aún están vigentes en  la monarquía, ese matrimonio podía ser considerado como morganático,  situación que solo preocupa a los más puristas, pero  que sin embargo, tuvo una favorable reacción popular, al ser considerado  como un  casamiento realizado libremente por amor, desterrando las tradiciones medievales que aún conservaba la corona. Dentro de su condición, llevan una vida bastante discreta y se  integran con frecuencia en ambientes distendidos.   Han tenido dos hijas y parece que su formación  es la más  adecuada para formar parte de una sociedad  plural y  decididamente democrática, que no parece inquietarse  por su incierto futuro.

                                                             

  En 1973, aun siendo cada vez más  evidente su  progresivo deterioro, Franco siguió adhiriendo nuevas posiciones, disposiciones, leyes y cambios de personajes,  tomando la personal e inesperada  providencia de seguir en la Jefatura del Estado, pero cediendo la Presidencia del Gobierno al ultraconservador almirante  Carrero Blanco, del que era  más que sabida su pertenencia al Opus Dei, su arraigado  espíritu militar y la comunión incondicional con las doctrinas del caudillo a pesar de manifestar también un gran interés por Juan Carlos.  Muy poco después se fue descubriendo   que  en las altas cumbres  se estaban tomando posiciones de confirmación y continuidad  del  sistema y en los recónditos  ambientes políticos ajenos al régimen, era manifiesta la inquietud y temor de  padecer otra  prolongación del franquismo. 

  Pero a pesar del desacuerdo con el incomprensible Movimiento Nacional, con el contumaz e inacabable mando único de un viejo dictador que gobernaba un país como un eterno regente y el Opus Dei dominando  la economía y  manteniendo la apariencia de una prosperidad asegurada, el pueblo, la masa ya iba por otros derrotero más personales, más prácticos y sobre todo más seguros y prácticamente apolíticos, salvo los ocultos grupos de oposición y parte de cierta clase trabajadora comprometida con la izquierda que había sufrido muchas bajas en sus filas y seguía luchado muy eficaz y silenciosamente  contra el sistema.  

 Entonces resurgieron los grupos de  guerrilleros y fuerzas nuevas, con Cristo Rey y España como bandera propia, reclutando a insensatos niñatos hijos de papá, justificando su  agresividad con un patriotismo desfasado, afectado y fascistoide, bien  protegidos por parte de agentes de la policía político social y los azulados viejos leones desdentados vencedores de la Cruzada, arremetiendo de  manera cobarde  contra todo los que les parecía renovador, progresista, democrático o liberal, realizando acciones con comandos tipo militar, armados con cadenas, puños de hierro, armas de fuego y botes de humo, efectuando atentados contra determinadas personas,  entidades y centros de enseñanza, que a su desquiciado juicio, eran lugares  de reunión de masones, judíos y comunistas, mantenidos con el oro de Moscú.

  Imprevisiblemente se produjo un giro brusco en los entusiasmes continuistas, cuando el 21 de Diciembre del mismo año de su nombramiento, Carrero Blanco fue víctima de un burdo pero eficaz atentado consumado por ETA, algunas  horas  después de haber tenido una misteriosa reunión con Kissinger, quien parecía haberse sentido muy molesto con él, por entorpecer los  planes de EEUU. Entre los numerosos rumores que circularon  por  los  medios de difusión, algunos apuntaban  claramente que la CIA había prestado cierto tipo de ayuda a ETA, para conseguir su propósito.

        
 



A pesar de la brutalidad del asesinato, gran  parte de españoles encontraron un nuevo motivo de esperanza al cambio y a Franco le supuso un duro golpe, tanto por la amistad y confianza que tenía con el almirante, como por el total desmantelamiento de sus previsiones y a partir de entonces, el deterioro de su salud se fue incrementando, sufriendo varios percances cardiacos y circulatorios, llegando e incluso a ceder  por unos días, la Jefatura del Estado a un desconcertado Juan Carlos, quien poco pudo hacer, al estar  muy controlado, limitado y  totalmente desorientado. 

Tras un par de semanas de pérdida total de consciencia, con inútiles operaciones entre intrigas y maquinaciones familiares y presiones políticas por mantenerlo con vida, el día 20 de Noviembre de 1975, fallece Francisco Franco Bahamonde, que figuraba en las monedas como Caudillo de España por la Gracia de Dios. 

La noticia se difundió instantáneamente por todo el mundo, interrumpiéndose  la programación en casi todas las emisoras  de radio y televisión y ocupando totalmente la primera página de los periódicos.

Tres días después,  ya  había jurado su cargo de rey Juan Carlos I y habían pasado la ceremonia de los funerales los funerales, la exposición n del  cadáver y su traslado con honores militares al Valle de los Caídos, en donde quedó enterrado bajo  una gruesa losa de granito, detrás del altar mayor de una ciclópea  basílica  excavada bajo  un abrupto risco, con la mayor cruz del mundo.

                                             


Continuará...


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