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CAPÍTULO 8






-¿Perdona?


-Eso. Y si, es una invitación.

Carmen no podía aguantar la risa. La pilló con la comida en la boca y tan de repente como a Loli. No se soportaban, se conocían desde hacía menos de un mes se tiraban puyitas a cada minuto, y la estaba invitando. Su cara era un poema.

-Vale, nos vemos luego.. Buena tarde.

Prefería desistir a tener una negativa.

-Mejor a y media.

-¿Perdón?

-Que mejor a las siete y media. Antes no puedo.

-Perfecto. Allí estaré. Hasta luego.



-Y tú…..ni una palabra.

-No, no, si yo no digo nada.

-Ya. Por si acaso.

-Oye, ¿con quién vas a dejar a Nolito esta noche entonces?

-¡Imbécil!

Al final se rieron las dos. No era para menos. El tonto aquel la había invitado después de que ella lo tratara de aquella manera por la mañana. Y lo que era peor. Había aceptado. ¿Por qué? Bufff…..pregunta difícil. La teoría de Carmen era que le gustaba, o con palabras más sutiles …. “te pone”. El caso es que por primera vez en mucho tiempo había quedado con un chico.

El resto de la comida se la pasó pensando cómo iba a comportarse. No porque fuera a tener un plan programado, sino porque era una situación que hacía mucho no se daba en su vida. Había quedado, y le apetecía quedar, y quería ser amable, y charlar y pasarlo bien, pero…..¿podría? Sus mecanismos de defensa se lo solían impedir. Quería que la gente la viera un poco inaccesible. Como una chica sin sentimientos.

-¿Qué te vas a poner?

-¿El qué?

-Que qué te vas a poner.

-No sé, nada especial ¿por?

-Bueno….has quedado. Deberías…..

-Mira Carmen, desde el cariño….he quedado para tomar algo. Punto.

-Ya mujer, pero eso no pasa siempre. No siempre te invitan a tomar algo.

-No, no es lo normal. De hecho ya me estoy arrepintiendo. Si tuviera su teléfono……



Tenía unas horas para pensar qué iba a hacer a partir de las siete y media. Era de los que querían tenerlo todo planeado. Desde el pantalón o camisa que iba a ponerse hasta si llegar antes o después de la hora. Y su mayor preocupación en aquel momento no era tomar una cerveza con la morena de la coleta. Su mayor preocupación era que hubiera más días. No cagarla en una palabra.

El plan debería ser tranquilo. No hacer nada que la enfade, o moleste, o la haga estar incómoda. ¿Que después de la primera se quiere marchar?…….marchamos. No quería que el partido se acabara ese día. Así que vestuario….habitual. Nada especial. Cantosillo si, pero especial no. Que no diera la sensación de ser un día diferente.


La situación era, cuando menos, curiosa. Carmen había quedado con……en realidad no sabía ni su nombre, después de cerrar. Y Loli con Nico a media tarde. La primera tenía claro lo que quería. Sexo del bueno todo lo que aguantara. La segunda no tanto. No sabía si lo odiaba o le atraía. O un poco de todo. Y la culpa de esa incertidumbre la tenía su pasado. Un pasado que aún estaba pagando, sicológicamente hablando.

Estuvo enamorada. Muy enamorada. En realidad ella creía que aún lo estaba. No quería, pero así era. Y eso hacía que viera a los hombres como si fueran el enemigo. Si hubiera conocido a Nico hacía diez años…..otro gallo cantaría. Seguro que le parecería majo y simpático. Y no dudaría en quedar para tomar algo con él. Ni lo trataría como lo trataba. Pero a día de hoy…..


La vida le sonreía. Tenía un buen trabajo, una jefa a la que consideraba como tal, sino como amiga, y su salud y la de su familia estaban bien. La vida era perfecta. “Perfecta dentro de su imperfección” era el matiz que Loli le ponía.

Y le había costado lo suyo conseguir esa felicidad. No había sido nada fácil. Siempre le dio un poco igual lo que pensaran los demás de ella, pero, a su vez, se preocupaba por lo que llegaba a oídos de sus padres. Por ellos. A ellos les costaba más asimilar según qué cosas. Era feliz, si, pero no quería que ellos sufrieran por culpa de ella. Y   el   hecho   de   vivir   en    una    ciudad    pequeña   empeoraba   esa   situación. Todo el mundo conocía a todo el mundo. Todo el mundo sabía todo de todo el mundo. O, al menos, aquellos que se molestaban en querer saber. Y la mayoría….quería saber. No los culpaba. De hecho, siempre decía que sus padres eran así y que ahora estaban en el otro bando. Lo decía con la boca pequeña porque, lo que menos quería, era que lo pasaran mal.






Loli era una chica que había nacido en Uruñuela, muy cerca de Logroño, y que había crecido a camino entre ambas poblaciones. Cuando se decidió por la carrera de sicología se trasladó a la capital, así, a pesar de los escasos treinta kilómetros que la separaban de su casa, tendría más tranquilidad. Había alquilado un piso con otra chica que también se trasladaba para estudiar. No era de su pueblo, ni estudiaban juntas, pero desde el primer día se llevaron bien. Pensaban parecido en muchas cosas. Estaban allí para estudiar, y a eso se iban a dedicar. Por supuesto que habría otras cosas, pero siempre     que     no      entorpecieran      “la      misión”.      Así      la      llamaban. Y otras cosas eran las pelis ñoñas, la bicicleta o salir a correr y los chicos. Eran actividades compatibles con los estudios. Y, si había que elegir, la prioridad eran los estudios. Salvo que el chico mereciera mucho la pena. Y a veces…..la merecía.

Morena, no muy alta, con su coleta casi siempre revoloteando y una cara de niña que la hacía parecer más joven de lo que en realidad era, Loli no se parecía en nada a su compañera de piso. Natural de Haro, la pelirroja era un culo inquieto que no paraba ni amarrada. Pasar del metro setenta y cinco y estar delgada le daban una impresión      mucho      más      estilizada      de       lo      que      en      realidad      era. Si había peli, la que se levantaba mil veces era ella. A por una cerveza, a por algo para comer, al baño, a por otra cerveza……

-¿Te estarás quieta? Le solía decir Loli.

-En otra vida nena.

Con los chicos pasaba algo parecido. Si le echaban el radar a alguno que les gustaba, una esperaba y la otra actuaba.

-Paciencia tía.


-¿Paciencia? Sólo tengo una vida y no quiero malgastarla esperando. Si quiero algo voy a por ello. Tú, si eso, quédate aquí a esperar.

Y esperaba, vaya si esperaba. En alguna ocasión Victoria se había acercado a algún chico y éste le acababa preguntando por la morena de la coleta. Era lo que ella –la pelirroja- consideraba una derrota honrosa.

-Mejor contigo que con cualquier pelandrusca que ande por ahí.

Y así les iba la vida a esas dos veinteañeras. Ni eran las más empollonas ni las más fiesteras. Pero si eran las más felices. Al menos, eso decían ellas.


Una tarde de invierno Loli había quedado para tomar algo, y lo que se tercie, con un chico al que habían conocido el fin de semana. Estaba frío, y le daba pereza salir, pero en aquel momento le había parecido un buen plan. La cosa empezó a torcerse cuando su amiga puso una de esas pelis que piden palomitas y manta a gritos. La peli estaba bien, y ella se encontraba muy cómoda. Tan cómoda que se olvidó de la hora. Tanto que su móvil empezó a sonar.

-Hola.

-Hola, ya he llegado. ¿Te falta mucho?

-No no, perdón. Es que me he liado, pero llego en nada.

-Ok. Chao.


-¿Y te vas a ir ahora? ¿En lo mejor de la peli? Pues yo no te voy a contar el final, ¡qué lo sepas!

-¿Cuánto falta?

-Cinco minutos.


Y el móvil sonando de nuevo.

-¿Dónde estás? No te veo.

-En nada estoy ahí, ya te dije que…..

-Si, que te habías liado y que venías enseguida. Pero no veo que tengas mucha prisa. Sigues en casa y no tengo claro si quiero seguir esperando por una impuntual.

-Perdona, ¿sabes una cosa? Que….

-No, ¿la sabes tú? ¡Qué te den!



-Ya podemos ver el final tranquilamente. Y otra después si quieres.

¿Qué ha pasado?

-Nada. Que por lo visto no puede esperar cinco minutos a que llegue.

-Bueno…..pasan cuarenta minutos ya.

-¿Y qué? Además, tú me has dicho que espere.

-No, yo no he dicho que te quedes. He dicho que quedaban cinco minutos para que terminara la peli.

-Pues eso. Cinco minutos. Si quedaban cinco minutos de peli…..me he retrasado cinco minutos. ¿Otra?

-¿Peli o cerveza?

-¿Hay que elegir?

No fue aquel día cuando descubrieron que se llevaban muy bien. Ni siquiera fue aquel día cuando descubrieron que preferían estar juntas que con otras compañías. Esas cosas no pasan de repente, pasan poco a poco. Y, en este caso, llevaba unos meses pasando. Eran amigas. Muy amigas. Y lo que pasó aquel día fue que descubrieron que, además, había una atracción física mutua. Algo que no podían explicar, entre otras cosas, porque hasta entonces no lo habían definido.

En mitad de la tercera película de la tarde-noche debajo de la manta ya no era un abrazo lo que estaba pasando. Las caricias iban subiendo de tono. Y no podían echarle la culpa ni a las cervezas ni al tonto al que Loli había dejado esperando hacía unas horas. Era….otra cosa. Atracción.

-¿Vamos a la cama?

-¿Y perder el tiempo por el camino? ¡Ni de coña!

Y les dieron las mil en aquel sofá. Regalándose caricias y placer sin límite. Un placer que no conocían pero que estaban dispuestas a descubrir. Así fue como Loli y Victoria se apartaron del mundo y crearon uno paralelo. Uno en el que sólo tenían cabida ellas dos. No necesitaban mucho más para ser felices.

Siguieron estudiando hasta que la pelirroja acabó magisterio y le ofrecieron un trabajo cerca de su casa. No estaba mal. No tenía que hacer las maletas para irse por el mundo, y estaría cerca de sus padres, pero había lo que ella creía un problema. Loli. No lo fue.

-Te quiero, y haré cualquier cosa que sirva para que seamos más felices.

-Ya, pero sicología…..

-¡Qué le den! No te preocupes.

Así es como llegaron a esa situación idílica en 2005. La “profe” trabajaba en un colegio relativamente pequeño y tranquilo y la morena de coleta alterada en un restaurante del centro del pueblo. No era sicóloga pero le gustaba lo que hacía. Sus jefes eran un matrimonio que llevaba allí toda la vida y que la trataban como a una hija. Y los dos compañeros que tenía no le daban problemas. Que no era poco. Los horarios de ambas no eran del todo compatibles, pero Victoria ya había acabado el curso y tenían unos meses por delante llenos de planes.









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