Garage

 CAPÍTULO 7




Loli no estaba acostumbrada a tener libre un día por semana, así que después de dos cafés pensó que lo mejor era volver por el bar. Quizás hubiera novedades y con un poco de suerte se ponían a trabajar antes de que terminara la mañana.

Durante el trayecto le preguntaron varias veces por lo que había pasado. Las respuestas eran rápidas y cortantes. “Robaron”. Y punto. A veces sin detenerse siquiera. Lo único que quería era llegar y ver a Carmen. La necesitaba cerca.

-¿Qué tal? ¿Algún avance?

-Si, voy haciendo cosas. Ya llamé al seguro y vinieron los de la persiana y la puerta. La persiana está arreglada y la puerta están en ello. En una hora dicen que lo tienen. Y…..estuve viendo una cosa. Ven, te lo enseño.

-Las cámaras.

-Si. De algo tiene que servir.

-¡Qué perra! No me esperaste.

-Pues….no, me pudo la impaciencia.

En el ordenador de la oficina tenían un programa en el que podían buscar las grabaciones de sus cuatro cámaras. Lo habían puesto hacía dos años, y aunque Carmen se fiaba de Loli y no tenía más empleados era muy amortizable. No sólo en ocasiones como esta, si no en casos de discrepancia con el cliente a la hora de pagar. No era la primera vez que al llevar la vuelta alguno aseguraba haber pagado con un billete mayor. A veces sin mala fe y a veces…..

O la máquina de tabaco. Gente que se quejaba porque la máquina le había tragado las monedas y no salía el tabaco. En cualquier caso la solución era sencilla.

-No se preocupe, deme dos minutos y miro adentro en el ordenador. Tenemos cámaras y así compruebo que usted tiene razón y le doy lo que es suyo.

En ese punto ya se sabía quién decía la verdad y quién quería aprovecharse. Muchos marchaban alegando prisa y “perdonando” la deuda que pedían.

-¿Se ve algo?

-Si y no.

-Joder tía, aclárate.

-Pues eso, que se ve entrar a alguien, pero….

-Ahí está, ¿no?

-Si, ya ves. Encapuchado y con una gorra. Y guantes. Frío no pasó, no.

En la grabación de no más de cinco minutos se podía ver a alguien entrar en el bar, ir a por la tragaperras y forzarla para conseguir el dinero. Mismo procedimiento con la caja –le costó menos trabajo- y a por la lotería. Aunque no era el mejor profesional del mundo, se notaba que no pasaba por allí y que no era la primera vez que lo hacía.

-¿Te has fijado en una cosa?

-No sé a qué te refieres.

-Atenta.

Carmen paró la grabación en un punto determinado en el que se veía al ladrón (no lo podían asegurar, pero complexión y forma de andar delataban que era varón) forzando la primera máquina en medio del Garage. Se agachó para buscar el punto en el que meter la palanca y la postura un poco forzada dejó a la vista un tatuaje en la parte superior de la espalda. En el costado derecho se podía intuir con bastante claridad lo que parecía ser una letra china. Ni idea de qué significaba, pero allí estaba. Era un tatuaje. Menos era nada.

-¿Te suena?


-¿El qué?

-El tatuaje. O un tío con un tatuaje así.

-No, de nada. ¿Debería?

-No no, sólo pregunto.

-Deberíamos contarlo al poli ese.

-Ya estuvo aquí. Me preguntó por las grabaciones y le mandé una copia de todo por correo. Le dije lo del tatuaje.

-¿Y?

-Nada, que tenía que verlo y seguir investigando.

-¿Y ahora? ¿Qué hacemos?

-Pues yo creo que abrir. Los de la puerta nos garantizan que hoy la ponen, y lo demás está listo. Preparamos todo, y nos ponemos a ello. La pueden poner con el bar abierto, no creo que sea mucho jaleo. Además, la gente es muy cotilla, y me da la sensación de que habrá gentuza.

-Pues venga, en media hora abierto. ¿Te parece?

-Si, genial. Pero antes necesito un café. ¿Quieres?

-¿Café? ¡Siempre!


Tal y como habían previsto, a la media hora ya tenían abierto. Y tenía razón Carmen, a la gente le gusta mucho saber. Quince minutos después estaba hasta la bandera. Quién más quién menos ya se había enterado de lo que había pasado. Algunos, incluso, sabía más que nadie.

-Fue una banda organizada de ucranianos. Anda por la zona y no es el primer sitio.

Nunca habían escuchado algo así. ¿Ucranianos? ¿Banda organizada? ¿No los había más cerca?

Ni caso. Ellas a lo suyo. Había que recuperar –trabajando- el botín que les habían llevado. Por cierto, la tragaperras ya estaba funcionando. Y Carmen y Loli en su salsa.

-Podían robarnos más a menudo eh.

-Si, claro, ¡no te jode!

-Era broma mujer, pero mira que jaleo de gente. Muchos no han entrado aquí nunca.

-Ya, somos malos. La gente digo. Lo que si podíamos hacer era insinuar que nos han robado. Una vez al mes. No más, pa no levantar sospechas, pero tirarnos un farol. Y luego vendemos como ahora.

Mientras, en el centro y a punto de dar las dos de la tarde……

-¿Qué tal?

-Bien. Sin novedad.

-Eso está bien. Sabes que no quiero problemas, ¿verdad?

-Que siiii, que nada de problemas, no te preocupes. Mañana tienes tu parte. Esperaba menos, la verdad.

-Bueno, me das mi parte y carretera. Y vamos buscando otro sitio.

Nacho había dejado el coche en doble fila para tener esa conversación con Nico. Tenía prisa y la cafetería estaba en una zona buena para no perderlo de vista. Sería rápido y no era necesario perder el tiempo aparcando. Era raro verlo caminando, y menos distancias largas. De algo más de cincuenta años, alto y fuerte. Fuerte tirando a gordito. O cómo él solía decir….. descuidado. No hacía nada de deporte, comía todo lo que le apetecía y su trabajo era sedentario. Todos los ingredientes para pillar kilos a la mínima. Le importaba lo justo, pero a veces echaba en falta un poco más de agilidad.

-¡Qué no! ¡Qué paso! ¡Déjame en paz!

-Oye, sólo quiero terminar algo. Hoy me sacaste de tu casa de mala manera. Y tengo ganas de terminar el polvo que estábamos echando.

-Tío, que estoy trabajando, que me dejes en paz.

-Si te dejo en paz, pero que sólo quiero quedar después de que cierres. Es que no tengo ni tu teléfono ni nada.

-Faltaría más. Mi teléfono lo tengo yo. (Carmen y su ironía).

-Dime que no quieres acabar ese polvo que empezamos anoche y me piro.

-Aquí a las once, nada más terminar el partido. Y luego a mi casa.

-Entonces…..

-Qué siiiii, pero ahora pírate.


Casi no lo conocía, ni sabía a qué se dedicaba, pero anoche lo había pasado bien. Bien tirando a muy bien. El muy cabrón no la había dejado llegar a casa. Cuando volvían de tomar algo a las mil la metió en el ascensor y empezó a desnudarla. Era tarde, y lo más normal era no encontrarse con nadie, pero esa sensación de peligro la puso como una moto. A la camisa ya sólo le quedaba un botón sin desabrochar, y el sujetador no estaba en su sitio. Carmen se sentía excitada, muy excitada, y a la vez nerviosa, muy nerviosa. Sólo atinaba a besarle. Le apetecía corresponderle de la misma manera, pero sus manos y su cuerpo no obedecían las órdenes de su mente. Disfrutar. Ese era el plan. Dejarse hacer. Hacía mucho que no se sentía deseada. La última vez que acabó en la misma cama que un chico fue ella la que tuvo que currárselo. Como si le estuviera haciendo un favor. Y la sensación fue penosa. Anoche, sin embargo, rozaba el éxtasis desde el minuto uno.

Cuando el ascensor paró ni siquiera se enteraron. Pasaron dos o tres minutos hasta que abrieron la puerta y Carmen se puso a buscar las llaves de casa. No es fácil hacerlo mientras te están metiendo mano. No es fácil hacerlo mientras tiemblas por las caricias de un desconocido. No es fácil hacerlo con prisa. Y ella la tenía. Quería desnudarlo. Si estaba así de excitada sin llegar a tocarlo…..¿cómo estaría cuando le pudiera tocar y besar sin que nada lo impidiera?

La puerta de casa se cerró y lo primero que se escuchó fue a

Carmen medio desnuda.

-¡Fóllame!

-Será un placer.

-Con leche corto…..con leche corto……¡con leche corto! ¡Despierta!

-Perdona, estaba en otro sitio.

-Ya, follándote a ese tío, ¿verdad?

-Joder, ¡qué bruta!

-Perdona. Haciendo el amor con el mindundi ese.

-No es un….. bueno, si lo es, pero folla como los ángeles. Y mientras tú estés hoy con Nolito yo estaré disfrutando de……

-Jajajajajajajajaja

-¿Qué pasa?

-Que no sabes cómo se llama.

-Pues no, ¿y qué?

-Ya te vale.


Por momentos como estos era por lo que ambas disfrutaban como enanas trabajando. En realidad no lo consideraban un trabajo. El horario si es cierto que las ataba, pero una vez allí se lo pasaban pipa. Y ese buen rollo también era uno de los alicientes para atraer clientela. Entrar a tomar un café y salir con mala cara era bastante improbable.

Pasadas las cuatro y mientras comían algo en la mesa del rincón entró Nico en el bar. Levantarse durante la comida a atender a alguien era una de las cosas que Loli no soportaba, y su jefa lo sabía.

-Voy yo, tranquila. Hola, ¿qué vas a tomar?

-Un café. Y cóbrate de aquí, así no te levantas más.

Dos sorbos al café y listo. Era rápido, y tenía prisa. Aún le quedaba una visita. Pero antes tenía que hacer algo. Se acercó a la mesa dónde estaban comiendo y no dudó.

-Que aproveche.

-Gracias –murmuraron ambas-.

-Me marcho a trabajar, pero quería invitarte a una cerveza después. Sales a las cinco, creo, y yo tengo libre desde las seis. ¿Te parece bien a las siete? ¿Dónde por la mañana?














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