Garage

 

CAPÍTULO 5






Las dos allí esperando no podían hacer gran cosa, y, a la vez, marchar y dejar aquello así no era aconsejable, por lo que decidieron turnarse. Y como Carmen había  salido de aquella manera, fue la primera en irse a casa. Debería adecentarse y prepararse para un día largo. Cuando llegó a su piso y abrió la puerta le vino un olor a sexo penetrante. En ese momento se le olvidó la persiana forzada, los cristales rotos o el dinero que había desaparecido. Sólo recordaba aquel chico que había conocido tomando algo después de cerrar y que la estaba volviendo loca en su cama.

Lo cojonudo era que como no se habían despedido –ella lo había echado- ni siquiera tenía su teléfono. Y ya no era por el hecho de quedar bien o de despedirse educadamente. Ni siquiera por darle explicaciones. Quería más. Lo estaba pasando bien, y no eran momentos de los que abundaban en su vida. ¿Egoísmo? Si, claro.

Hizo la cama, se preparo un cola-cao y se metió en la ducha. Los cinco minutos que estuvo bajo el agua su cabeza era un tobogán. Bajón por lo que tenía en el bar y un placer enorme recordando los últimos momentos en su cama. Aquel chico le había hecho sentir cosas que hacía tiempo no sentía. Y eso….le gustaba.

 

 

Abajo, Loli había cruzado a la competencia –en realidad se llevaban muy bien- a por un café.

-¿Es mucha la avería?

-Si, la verdad es que si. Dinero. Y el destrozo de la puerta.

-¿No podéis entrar?

-No, y a saber cuando se puede abrir.

-¿Te apetece algo?

-Dame un cafetín, con leche. Pero pónmelo para llevar, debería estar allí controlando.

-Aquí tienes. Si te apetece otro me avisas y te lo acerco.

-Gracias Goyo.

Goyo llevaba toda la vida allí. El bar había sido de sus padres y poco a poco empezó a llevarlo él. Primero ayudando y luego, cuando murieron, como propietario. Era de esos sitios que no tenía nada especial, ninguna especialidad, pero la gente entraba. Siempre, cuando le preguntaban cómo era posible que vendiera…..

-Yo soy como Raúl. No soy el mejor en nada, pero soy bueno en todo.

Y servicial era mucho. Siempre. Y Loli estaba tranquila porque sabía que si necesitaba algo allí estaba Goyo.

 

A todo esto ya eran las nueve de la mañana. Empezaba a pasar la gente y preguntar. Preguntar lo evidente. Una puerta rota y una persiana forzada sólo podían indicar una cosa, pero no……”¿qué pasó?” Algunos se conformaban con la explicación rápida y sencilla, pero otros necesitaban saber más que la propia policía.

Clientes que querían desayunar, proveedores, tiendas vecinas que iban a abrir, madres y padres que llevaban a sus hijos al cole….aquello empezaba a saturarla. Se notaba borde. Las contestaciones ya eran escuetas, cortantes, secas….¡y punto!

-¡Menos mal tía!

-¿Qué pasó?

-Nada, pero me empieza a agobiar la gente. Todo el mundo pregunta, y ya sabes que no me gusta ser muy explícita.

-No te preocupes, ya estoy lista y ahora te vas tú un rato. Pero antes voy a por un café.


Carmen se fue al bar de Goyo y cuando apareció, además del café traía un papel en la mano. Cuando Loli descubrió lo que era no pudo evitar una sonrisilla. Un folio para poner en la puerta (o lo que quedaba de ella) que decía…..

“SI, NOS HAN ROBADO. Y NO SABEMOS CUANDO PODREMOS ABRIR. GRACIAS”

-Así me dejarán en paz.

-Ya, cachoperra, podíamos haberlo puesto antes.

-Pues si, pero a ti no se te ocurrió. Anda, vete a casa y descansa un rato. Si hay novedades te llamo. Si no….despreocúpate.

-¿Seguro?

-Si, si, sin problema. Voy a llamar a los del seguro y a la casa que nos puso la persiana metálica. No creo que podamos hacer nada antes del mediodía.

-Venga, hasta luego entonces.

-Ciao.

 

Loli vivía muy cerca del bar. Alguna vez le habían dicho que eso era malo, porque estaba muy sujeta y si necesitaban algo podían echar mano de ella. No pensaba así, y sólo veía el lado positivo. Cercanía. Nulos desplazamientos, y si se dormía tardaba…..tres minutos en llegar.

Subió a casa, se sentó en el sofá y puso la tele. Le daba igual lo que hubiera, ni siquiera buscó nada en especial. Necesitaba parar. Pensar. No estaba acostumbrada a llegar a trabajar y encontrarse con ese tinglao. Aunque para el poli ese debía ser de lo más normal, para ella no lo era. Y a medida que pasaba el tiempo en el sofá empezó a pensar. ¿Quién sería? ¿Les habrían estado controlando? ¿Y si hubiera llegado y los hubiera pillado? ¿Y si un día la cogen bajando a abrir y la obligan? ¿Y si alguien le da por pensar que fue ella? No, eso no. Yo tengo llave. ¡Qué tontería! Nadie entra con llave. Sería muy evidente, ¿no? Buffff….se estaba empezando a poner nerviosa.

Decidió que lo mejor era salir a dar una vuelta por el centro. Tomar un café, leer la prensa y desconectar. Con un poco de suerte nadie le preguntaría por lo del bar. Ilusa.

 

 

Camino del centro le preguntó a Carmen por whatsapp si había novedades. La respuesta fue misteriosa. No, sin novedad, aunque un par de chicos han preguntado por ti.

-¿Qué dices? (Era mejor llamar. Cuando Carmen se ponía misteriosa era mejor hablar con ella que escribir)

-Si, ha llamado el Poli para preguntar si por la mañana llegaste a entrar.

-Éste es tonto. Ya le dije que no. ¿Se lo escribo?

-Ya, ya lo sé, pero ha llamado. Lo mismo le dije yo.

-¿Qué no había entrado?

-No, que si era tonto.

-Ah, vale. Verás, de esta nos empapelan a nosotras.

-¿Quién más?

-El chico ese que te gusta. Ha pasado por aquí y al ver el jaleo me ha preguntado. Y preguntó si estabas bien.

-A mi no me gusta ningún chico. Y menos ese.

-Anda Loli, yo no soy tu madre. A mi no me engañas.

-¡Vete a la mierda!




Continuará...


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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