Garage
CAPÍTULO 5 Las dos allí esperando no podían hacer gran cosa, y, a la vez, marchar y dejar aquello así no era aconsejable, por lo que decidieron turnarse. Y como Carmen había salido de aquella manera, fue la primera en irse a casa. Debería adecentarse y prepararse para un día largo. Cuando llegó a su piso y abrió la puerta le vino un olor a sexo penetrante. En ese momento se le olvidó la persiana forzada, los cristales rotos o el dinero que había desaparecido. Sólo recordaba aquel chico que había conocido tomando algo después de cerrar y que la estaba volviendo loca en su cama. Lo cojonudo era que como no se habían despedido –ella lo había echado- ni siquiera tenía su teléfono. Y ya no era por el hecho de quedar bien o de despedirse educadamente. Ni siquiera por darle explicaciones. Quería más. Lo estaba pasando bien, y no eran momentos de los que abundaban en su vida. ¿Egoísmo? Si, claro. Hizo...