Manuel García Estadella

COMO
LOBOS


Como lobos hambrientos,
como hienas salvajes,
se lanzaron feroces
a su cuello de nácar.

Le comieron los ojos,
destriparon su cara,
en el pecho bullían
cuatro ríos de sangre.

Con los dientes sedientos
en la roja pomada,
que salía a borbotones
por la faz de su alma.

Ni los huesos dejaron,
ni tendones ni nada,
de aquel cuerpo quedó
sólo polvo en el aire.

Las migajas del ser
se quedaron sin habla
donde la vida muere
en cada madrugada.

Poco a poco, la furia
se acercaba a las casas
con cuchillos de fuego
a las puertas cerradas.

Todo aquello fue un duelo
en la noche cerrada
donde mueren los sueños,
después no quedó nada.

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