MANUEL GARCÍA ESTADELLA

A MI PADRE

(Y a todos los padres que han sido y serán en todas las auroras y anochecidas de este mundo)



Cerrar los ojos,

seguir soñando
con la dulzura
de tu mirar.
Buscar la senda
de tu recuerdo
en la alacena
de mi desván.
Sentir que vives
en la memoria
de los silencios,
al despertar.
Saner que, un día,
todo este olvido
de tantos sueños
despertará.
Cerrar la mente,
dejar la brisa
besar mi cara
si tu no estás.
Andar a tientas
por los tejados
de cada noche,
nunca jamás
serás vacío
en los sonidos
de las estrellas
en el hogar.
Abrir la puerta,
puerta y ventanas,
ventanas llenas,
mirando al mar.
Cuando recuerdo
que estoy despierto,
llenas de sueños
mi soledad.
Somos la brisa
de las cornisas
de los milenios:
oscuridad.
Viejos caminos
de mi destino
cuando te vuelva
a recuperar.


DEL VALLE DEL OLVIDO

(A mi padre)



Llegó el último tren

del valle del olvido,
llevaba en el vagón
claveles y jazmines,
dormida entre tinieblas,
la rosa de un suspiro,
la larga soledad
de muerte, el estallido
de besos y caricias,
la lágrima amarilla
de tantos desconsuelos
en tantos camposantos.
Llegó hasta el corazón
el alma del cariño,
el viento abrasador
que quema los sentidos.


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