Fabulilla sobre depredadores... casi de compañía



LA CUEVA DE ALIMAÑAS




Al lunes siguiente, ya en su gabinete-estudio-taller-oficina-empresa-cubiculario, Don Luis empezó a estudiar el caso y a mover piezas, pensando que el tener aseguradas sus vacaciones próximas en Jamaica, bien merecía la pena dedicarle un tiempo al pequeño proyecto de D. Pascual. A su avispado delineante, le encargó que buscara algún proyecto de vivienda unifamiliar, de los que guarda en el archivo del ordenador, para hacer una adaptación momentánea. A José Manuel Sousa, aparejador, le comunica el caso y le indica que vaya preparando y definiendo materiales, calidades, plazos, etc., así como que se pusiera en contacto con un topógrafo para que levantara un plano del terreno. A Rosa, le sugiere que puede ir tramitando toda la documentación con la agencia de siempre y por último conecta con su amigo Nino, para cenar esa noche y hablar del tema.
Nino, Saturnino Peláez, actualmente ya era un constructor muy conocido y admirado por su rápido ascenso social y económico. Había trabajado como peón, oficial, guarda, encargado y posteriormente como jefe de obra en Dragados, hasta que pegó un salto adelante, emancipándose de esa empresa, gracias a un supuesto golpe de suerte de la Lotería, subiendo desde entonces escalones a gran velocidad y pasando de vivir en el barrio de Usera a la Moraleja en menos de tres años con el consiguiente cambio de amistades, automóviles, restaurantes y costumbres. Se había hecho un experto catador de vinos y un déspota en las comidas, exigiendo el punto exacto de cocción de los langostinos, el justo tamaño del rodaballo y la vuelta y vuelta del solomillo. Al año y medio de estar gozando del cuerno de la abundancia y de cierto predicamento social, se avergonzó de su mujer Marcela, que años atrás le había ayudado a sobrevivir trabajando de asistenta por horas. Con la ayuda de sucios argumentos, no menos manchados abogados y pringosos testigos consiguió el divorcio, convirtiéndose en otro más de los perseguidos solteros de oro y dedicándose a su libre expansión laboral y corporal, incorporándose cada vez más a la frívola, epatante y abundante sociedad de nuevos ricos rápidos de los años 90, perfectamente mimetizado entre ese mundo de lechuginos, petimetres y horteras amorales, que estaban en constante y obsesiva fase ascendente. Ya estando a punto de cumplir los 60 años, en una veraniega fiesta en el Puente Romano de Marbella, se encaprichó rijosamente de Sony, una ex- modelo de 30 años, que había engordado demasiado para los gustos de los extravagantes modistos, pero que satisfacía plenamente los deseos internos y externos de D. Saturnino, exhibiéndola desde entonces, como un trofeo más de sus triunfos.
Don Luis, coincidente en bastantes aspectos morales, cultuales y éticos con Saturnino y actuando siempre como pez rémora, fue aceptando y acercando su trato con él, inicialmente en ambientes de tenedor y copa hasta que fueron confrontando sus propias vivencias, ambiciones y planes, siempre con la ventaja para Don Luis, de estar en un plano superior, dada su categoría, profesión, edad y alcurnia, además de actuar como maestro en la enseñanza de trato, modales, manejo de cubiertos y otros amejoramientos externos de Nino, aunque sin lograr nunca pulirle demasiado su vocabulario, sobre todo en los momentos de irritación. Cada uno hacía uso y disfrute de las particulares relaciones del otro, colaborando y confabulando en conseguir obras de alto beneficio y en dos ocasiones, en viajes de fin de semana, habían llegado a relaciones más cercanas, compartiendo unas rayas de coca y la pareja.
A la semana siguiente de su decisión inicial, Don Luis reunió a su equipo para rematar el proyecto, aunque aún solo disponían de un plano provisional del terreno, el delineante Pepe, consiguió sacar del ordenador un chalé que coincidía bastante con el programa expresado por Don Pascual, salvo diferencias en las dimensiones, que eran algo mayores y que según opinaron todos, favorecía y mejoraban la calidad y sobre todo, inflaba más el presupuesto. Se definió pues el proyecto y cada uno pasó a desarrollar su labor correspondiente; Rosa a los contactos y consecución de documentos, Pepe a rematar planos, con sus fachadas, secciones, cumplimiento de normas, etc. y José Manuel, se dedicó a la memoria, pliego de condiciones, mediciones y presupuesto, todos definitivamente comprometidos a realizar su trabajo con un plazo de una semana y media, como máximo.
A los quince días, estaba todo prácticamente terminado, salvo el situar debidamente el chalé en el terreno, cuyo plano topográfico exacto había llegado el día anterior. Don Luis, decidió que no había que demorar más el tema, por temor a posibles arrepentimientos de Don Pascual y por necesidad de cobrar los honorarios correspondientes, por lo que le pidió a Rosa, que le pusiera en comunicación con D. Pascual.
-         ¿Oiga Mesón Pascual? Ah... Ciriaco, ya reconozco tu voz. Soy Don Luis Pernada, desde Madrid. ¿Se puede poner tu suegro? Ah ya... de reunión municipal... vale. Pues os llamo para comunicaros que está todo dispuesto y que nos hace falta que se venga por aquí, para que nos eche unas firmas y vea el proyecto...Ah vale, pues cuando regrese, que nos haga una llamada y se ponga de acuerdo con Rosa, ya sabes, mi secretaria,  para que fijen día y hora aquí en mi estudio y rematar el tema...- Ah y que no se olvide del talonario, pues los gastos ya van subiendo... ¿Cómo sigue todo por ahí ?.. – Bueno, bueno, no os quejéis... estoy seguro que os estáis forrando. Yo ya hago una buena propaganda por aquí entre mis amigos. Un abrazo.
Colgó el teléfono y se volvió hacia su secretaria que se estaba limando las uñas disimuladamente. - Bueno Rosa, en cuanto nos firme el talón el Pascual este, ese fin de semana habrá que acercarse al pueblo, porque Nino querrá ver donde sitúa la oficina de obra, las tomas de agua y electricidad y todas esas cosas que a él le gusta personalmente decidir.
-        ¿Tendría que ir yo, también?. Tenía pensado tomarme un fin de semana para ir a ver a mi madre que ya te dije está algo pachucha, si no te importa, claro - Rosa había iniciado un acercamiento zalamero hacia su jefe en el momento en que tras un par de golpes de nudillo en la puerta apareció Pepe, el delineante.


-         Con permiso, Don Luis. Tenemos una pega con el emplazamiento del chalé y me gustaría que echara un vistazo.
-       Ahora voy, Pepe. Rosa, arregla las cosas como mejor te venga, pero lo primero  es el tema firma y talón. Cuando llame Don Pascual, arréglalo de la manera más conveniente, aunque también depende de lo que Don Satur piense al respecto.
-      No se preocupe Don Luis. No hay problema por mi parte.
Seguido por Pepe, Don Luis se dirigió a la mesa de este y se inclinó sobre la pantalla.
  Vamos a ver. ¿Qué es lo que pasa aquí?.
Pepe, se sentó un momento frente al ordenador y manejando el ratón y unas teclas, apareció el terreno con una superposición de la planta en otra capa.
. - Mire Ud. Don Luis, teniendo en cuenta las curvas de nivel, no nos encajan bien los escalones que tenemos. Es decir salen a la contra. Tendrían que subir en lugar de bajar. El porche, nos queda al Norte en lugar de al Sur y el garaje está en la parte alta. Además del tema de las rocas estas, que nos caen en parte dentro de la casa, aparte de que nos cargamos el sauce y... el saneamiento también nos viene a la contra.- y mientras le explicaba todo ello, iba deslizando la planta por el terreno en todos los sentidos.


-  ¿Estás seguro de trabajar con la misma escala?. Vamos ver déjame que piense un momento, ¿no puedes hacer una reducción de toda la casa, de más o menos un 10 % ?. Ah y además, invierte el sentido de la planta 180º... Prueba a ver.
Pepe, volvió a manejar el ratón, introdujo unas cifras con el teclado y apareció una nueva planta ligeramente reducida y en sentido contrario, que nuevamente movió  por el terreno. – Bueno, parece que algo se arregla, pero seguimos con una pequeña parte de las rocas dentro.
-    Nada, nada. Así vale. Elimina algunos peldaños, bombeamos el saneamiento y volaremos parte de las rocas, pero de eso se informará en su momento, después de firmado el talón.- y volviéndose hacia un lado, continuó. - Ya lo sabes José Manuel. Tenlo en cuenta para después meterlo entre los precios contradictorios pero sin que cambie nada del presupuesto, con respecto a esa reducción. Tirar para adelante y sacar copias de todo hoy mismo.
-  Es Ud. un genio Don Luis. No se me había ocurrido esta treta de la reducción y la inversión y eso que no sabe nada de ordenadores...
-    Nos es treta, Pepe. Es técnica, práctica, ingenio y sobre todo es eficacia crematística. Con esta mierda de chalé, pierdo dinero si lo contempláis demasiado y


por otra parte, estos gañanes no tienen, ni saben otra manera de gastarlo y seguro que, al final, hasta presumirán de lo que les ha costado.
-  Tiene Ud. razón Don Luis. El que sabe, sabe.
Don Luis, no demasiado halagado por el peloteo, se dirigió a su despacho y ante la puerta, en voz algo más fuerte, se volvió hacia el gabinete. -¿Os dais cuenta, de que de cualquier manera, tengo que estar yo en todo?.
Pepe, asintió con la cabeza mirando a la pantalla, al tiempo que emitía un tenue silbido indefinido. Rosa desde su cercana mesa, miró a José Manuel, quien tras ver que Don Luis desaparecía de su vista, hizo un gesto de burla y mirando a Rosa, con la mano derecha en alto, adelantó los dedos índice y meñique.
Al jueves siguiente a las 11 en punto, tras haberlo acordado por teléfono, Don Pascual llamó a la puerta del estudio. Rosa, que ya llevaba ropita de primavera avanzada, al acudir a la llamada, desabrochó un botón más de su corta blusa y se bajó un poco los pantalones, ampliando la zona visible de estómago y nada más abrir la puerta, le dedicó una amable sonrisa.
-  Caramba Don Pascual, que guapetón viene hoy. Pase, por favor. - Don Pascual, traje oscuro, camisa de rayas y corbata discreta, pasó al vestíbulo. En la mano llevaba una bolsa de plástico y tenía el rostro algo sudoroso y encendido, por lo que no se notó demasiado su sonrojo al ver a la exuberante secretaria, cuyo ombligo parecía atraerle de manera especial.
-  Esto es para Ud., por amable y por guapetona.- dijo sacando una caja de cartón de la bolsa. – Son esas galletas, que hacen las monjas del convento cercano a Cerrillo..., y como aún tiene usted buen sitio para meterlas...que le aprovechen. Para Don Luis, he traído un par de botellas de cosecha particular, que tiene más de 20 años de reserva.
Rosa tomó ambas cosas agradeciendo el detalle y pidió que la siguiera, dando unos pasos de tipo modelo que aprendió de Sony, seguida por el sofocado Don Pascual con los ojos clavados en su trasero y balbuceando un “buenos días” muy escuetamente correspondidos por los dos colaboradores, que aparentemente estaban enfrascados  en sus respectivos ordenadores. Al indicarle Rosa el despacho, entró soltando un carraspeante “con permiso”, ante un Don Luis con camisa de cuadros y pantalón de pana, que se había levantado al verlo ante la puerta.
-   Adelante, adelante amigo Pascual. Caramba que puntualidad más europea y de agradecer- saludó con voz un tanto impostada, alargando su mano derecha y palmeando el hombro con la izquierda.- Siéntese usted ahí mismo – y le señaló hacia unas modernas butacas bajas de diseño especial de cuero y acero, situadas a un lado de su mesa.




Don Pascual, miró el asiento y se dejó caer en él, mientras su chaqueta casi hacía estallar un botón por el esfuerzo y el cuero rechinaba y se adaptaba a su contorno.
Pitillos y copas de vino servidas por la sonriente Rosa, con diálogos sobre la circulación y comentarios sobre el buen color de Don Pascual, que a su vez alaba la juventud de Don Luis.
-  Pues no se crea amigo Pascual, que ya le llevo algunos años. Lo que pasa es que aquí en Madrid en cuanto puedo hago por las mañanas un poco de footing por el Parque del Oeste, que me queda al lado de casa y eso me mantiene en forma.
Don Pascual, le recuerda que él se patea el campo más que una hormiga y que su buen color, es de camisa “pa fuera, pues el cuerpo es blanco como la nácar”.
Terminados los prolegómenos Don Luis le indica a Rosa que vengan el delineante y el aparejador con la documentación completa y cuando aparecen ambos, Don Luis, les presenta con cierta pomposidad.
-  Este es Pepe, el mago del ordenador y que interpreta mis croquis y diseños como nadie. José Manuel, aparejador, es el que se ocupa de la parte económica y técnica y sabe más que los libros sobre las mil peripecias que hay que resolver en un proyecto como este y que y le digo en confianza, que tal como están las cosas hoy día, un chalé da casi más trabajo que un rascacielos... y no le digo nada si nos tropezamos con un constructor de esos retorcidos, que no entiende los planos. Le traen a uno de cabeza... pero todo se arreglará, ya que aquí tenemos una buena organización y estamos para que todo el mundo se quede contento, aunque se gane menos. Pasemos a ver el proyecto.
Mientas Don Luis estaba hablando, Pepe había ido colocando ordenadamente sobre la mesa, varios grupos de carpetillas con planos y documentos, al tiempo que José  Manuel cambiaba la mirada d Rosa al techo al suelo, conteniendo el ligero cabreo que  le producía Don Luis, cada vez que le presentaba como aparejador en lugar de arquitecto técnico, que es como le gustaba. Con unos papeles en la mano y apoyándose en una y otra pierna, carraspeó al hacer su entradilla.
-   Para no hacerle perder mucho tiempo, es mejor que firmen primero toda la documentación y luego se queda Ud. con Don Luis que le explica todo con detalle. Este ejemplar es para Ud. para que se lo lleve y lo vea tranquilamente en casa.
Don Luis había empezado a trazar rápidos rasgos en los documentos y Don Pascual intentó levantarse, consiguiéndolo a duras penas gracias a que se agarró firmemente  al borde de la mesa, tras ponerse del color de la amapola temprana. José Manuel, ofreciéndole un rotulador de punta fina, le indicó el lugar en donde debía firmar y a la primera y apretada rúbrica rizosa que hizo Don Pascual, se le rompió la punta.


-  ¡Joer ¡ Me he cargado la pluma... Cómo yo estoy acostumbrado al “boli”...
Rosa le proporcionó rápidamente un bolígrafo al abochornado Don Pascual, que continuó firmando los documentos que le ponía delante José Manuel, sin poder echarles una mirada, puesto que se le iban acumulando los papeles y documentos, mientras Don Luis prácticamente ya había acabado.
-  Nunca había firmado tantos papeles, ni siquiera en el ayuntamiento... y a propósito,
¿no les tengo que hacer algún talón?
Ambos técnicos se miraron de frente y se hicieron seña de dúplex altos. José Manuel, respondió muy reposadamente.
-  Mire Don Pascual, entre estos últimos papeles que ya ha firmado usted, está este resumen, en el que hemos especificado todos los gastos habidos hasta el momento. Gestiones, permisos, tasas, licencias, tramitación, gestorías, etc. y los honorarios facultativos. Para que no haga tantos talones, es mejor que haga uno solo por el total y nosotros ya haremos la liquidación correspondiente.
Don Pascual, cogió la hoja, la miró de arriba abajo y al final movió la cabeza de un lado a otro, pero sin decir palabra, sacó de su chaqueta un talonario y lo fue rellenando pausadamente, comprobando las cifras. Finalmente estampó firma, con rúbrica y dos puntitos, cortó el talón y se le entregó a José Manuel, dirigiendo la mirada a ambos en señal de aprobación y dejándose caer muy lentamente en la acogedora butaca, que le dedicó nuevas y quejumbrosas protestas.
-   Joer ¡Pues parece que la cosa ya ha subido bastante y todavía sin poner un ladrillo....
-  Ya sabe Ud. Pascual – cortó rápidamente Don Luis. - que hasta para morirse, hay que gastarse un pastón... No va a escatimar unas pesetas, para poder vivir cómodamente...- y dirigiéndose hacia el aparejador, con cara que ocultaba su satisfacción, mientras desplegaba unos planos, continuó.- Pues entonces José Manuel, ingresa hoy mismo el talón y liquida los gastos, que ya me quedo con Don Pascual para explicarle todo el proceso a seguir.
José Manuel se despidió de Don Pascual, estrechando su mano y anunciando verle pronto en la obra. Don Luis, tomando una de las carpetas, empezó a sacar planos.
-  Mire usted, este el plano de situación general, que tiene menos interés, en el que está situada la casa, garaje, accesos, etc. Aquí ve usted el pozo y el sauce, y en este lado de aquí cerca del porche, le hemos proyectado una barbacoa de esas tipo americano. Esta es la planta de movimiento de tierras, excavaciones, etc.. y este otro el de cimentación, soleras y forjados, con la estructura y todas esas cosas. En la planta general, podrá ver que hermosura de salón con la chimenea y su frente de librería, el comedor bien amplio, la cocina y los baños, que son de película, además de las dos espaciosas habitaciones y armarios empotrados abundantes. – Don Luis iba desplegando un plano tras otro planos, con celeridad y mostrándolos desde su mesa, mientras Don Pascual, estiraba el cuello, perdiendo casi la estabilidad y apoyando los brazos como podía en la butaca, trataba de enterase de algo.
-   Aquí tenemos otros planos con la memoria de carpintería, las instalaciones de fontanería, saneamiento, electricidad con todos los puntos de luz, enchufes y todo esto, que es algo complicado de ver. Mire usted que sección y que alzados más bonitos, hasta con el detalle de la parabólica y el pararrayos... Pavimentos, alicatados, pintura, calidades... todo aquí especificado y explicado con detalle. Le vamos a hacer una magnífica casa por solo 42 millones. Así trabajamos aquí. Le hemos hecho un hueco entre nuestros compromisos pendientes, con todo interés y rapidez y... ya comprenderá usted, amigo Pascual, que todo esto, con muchas horas de estudio, dedicación, cambios y reuniones, casi lleva más gastos que beneficios.- remató finalmente, cerrando la carpeta.
-   Desde luego Don Luis, hay que ver la cantidad de dibujos y rayas que ha hecho usted, aunque no entiendo la mayoría. Cuando hice mi mesón, no me dieron más que dos o tres papeles con los materiales y la mano de obra... pero, ¿cuánto tiempo calcula que va a llevar la obra ésta ?.
-   Mire Don Pascual, no le puedo dar una fecha exacta, porque es imposible. Aún tenemos que tomar algunas decisiones respecto a encontrar un buen constructor, que nos marque plazos y precios y así poder compaginar todo con nuestra agenda de trabajo que está muy cargada.
-  Yo me podría ocupar de buscar unas cuadrillas por los pueblos del concejo, que hay bastante paro y ajustarlo allí, como hemos hecho otras veces.
-  Hombre, Don Pascual, no me va usted a joder al final este proyecto... que esta casa está proyectada con calidad... y no me va a meter a unos cualquiera, con todo el esfuerzo personal que hemos hecho por ella.... Yo ya tengo en mente un buen constructor, de lo mejor de la Comunidad de Madrid, Don Saturnino Peláez, de Construcciones Sapel, pero lo que pasa es que es un hombre muy ocupado y también tiene que encajar su tiempo y elaborar su programa. Yo le prometo que dentro de unos pocos días, nos acercaremos los dos por el pueblo y ya remataremos todo.- Y con  estas palabras, Don Luis se levantó de su asiento anatómico, en el que últimamente había estado reclinado hacia atrás.
-   Serán bien recibidos por allí, que yo también sé corresponder, a mi modo. – contestó Don Pascual levantándose con la carpetilla de planos en la mano y pareciendo que ya la había cogido el truco al asiento. -...y a propósito, que le he dejado a la señorita un par de botellejas de un buen vino, sin marcas ni polvos, para usted, para que siga conservando ese buen aspecto.
-  Pues también a su salud lo tomaremos, amigo.
Ambos salieron del despacho y Don Pascual, despidiéndose del delineante y de José Manuel al pasar, buscaba con la mirada a Rosa, que ya estaba esperándolos en la puerta. Cuando iba a darle la mano, ella se agachó ligeramente y le dio un par de besitos en las mejillas, con la correspondiente sorpresa y sofocón del receptor.
-  Muchas gracias, Don Pascual. Es usted un encanto.
-  Uf... que más quisiera.... me gustaría....espero volver a verla también a usted por el pueblo, que...Uf... ¡que le levanta a uno... la moral, caramba ¡
-  Huy... no creo... Mi sitio está casi siempre aquí en la oficina. – respondió ella con voz tristona.
-   Ya se verá, ya se verá...- intervino Don Luis, añadiendo con tono burlón. - ya le darás el gusto a Don Pascual... alguna vez.
Don Pascual, se sintió avergonzado al parecer evidenciarse sus ardores. Dijo apresuradamente “adiós, adiós” y salió a paso rápido hacia la calle, sin volver la mirada.
Cuando Rosa, aguantando la risa cerró la puerta, Don Luis le hizo una tenaza en una nalga y le dijo en voz baja: - Cada vez te vas perfeccionando más en el arte de la seducción...Este se va a tener que desfogar hoy con la parienta, porque lo has dejado más salido que un seminarista. –
-  Supongo que nosotros también lo celebraremos... de alguna manera, ¿no?.- inquirió ella con voz mimosa, pero zafándose de la mordaza.
-  No te preocupes, que a partir de hoy habrá tajada para todos...





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