Patrioterismo contagioso
PATRIOTERISMO CONTAGIOSO.
En la
época del franquismo, las únicas manifestaciones que se permitían, siempre
estaban publicitadas, organizadas y controladas por el sistema. Los medios de
comunicación, colaboraban y contribuían insistentemente a su propagación, y
generalmente la participación popular, voluntaria o forzada, era masiva bien
por convicción, por miedo, o por la exigida justificación laboral, movilizando
incluso a campesinos y labradores de pueblos y aldeas, mediante medios de
transporte gratuito, bocadillo de queso y botellita de vino incluidos.
En la
democracia, los distintos partidos políticos las organizan con tiempo
preparando pancartas, carteles, consignas, banderas, símbolos, emblemas,
gorritas y silbatos, con un desembolso bastante fuerte, en parte procedente de
la interesada aportación de empresas constructoras, determinados bancos y los
periódicos, cadenas de radio y televisión descaradamente afines a su ideología.
En los
conflictos laborales los sindicatos y los gremios también coordinan, propagan y
hacen circular rumores o panfletos sueltos por calles, pagando a piquetes y
colaboradores, con sus propios fondos y otras ayudas interesadas.
En todos
los casos, la reacción popular suele ser coherente con su grado de militancia o
su problema y es sabido que el entusiasmo suele ser consecuente y progresivo,
según el volumen del vocerío y agresividad contra la ideología opuesta,
convenientemente manejada por los organizadores.
Mucho más
emotivos, profundos y trascendentes son aquellos movimientos prácticamente
espontáneos, que hacen que la gente se eche a la calle por su cuenta, como una
especie de revulsivo interno contra algo verdaderamente doloroso, inesperado,
cruel, injusto o inhumano a nivel general. Así ocurrió en Madrid, por simpatía
y popularismo con el entierro de Tierno Galván, o el de Lola Flores y con más
fundamento, ante el NO A LA GUERRA, muchas de las graves agresiones de ETA, las
silenciosas y expresivas manos blancas y sobre todo, con el tremendo atentado
deL 11-M.
Es muy
evidente que, en gran parte debido al supuestamente espectacular desarrollo
económico, social y productivo, en España también ha prosperado sólidamente la
devoción a los acontecimientos deportivos y sobre todo a aquellos en los que
nuestra país o nación, es poseedora o aspirante a un título internacional
importante, como pasa con el tenis, el ciclismo, las carreras formula I y de
motocicletas, e incluso con el también velocísimo bádminton,
pero son los fanáticos encuentros entre ciertos equipos de futbol
quienes se llevan la palma de la mayor atención, adoración y ensalzamiento, por
parte de una gran masa seguidora entusiasmada, con una afición incrustada desde
la infancia y una apasionada adoración
de sus ídolos. Para quienes no pueden asistir y contemplar la batalla en los
campos, siempre queda el seguimiento directo por
medio de la retransmisiones televisadas, en donde además se aprovecha
para introducir la más repetidora y narcótica publicidad.. .
Estas reñidas
competiciones atraen a tal número de espectadores, que prácticamente se
paraliza la actividad de comercios, hospitales, oficinas y hogares. Se buscan
excusas, se inventan, enfermedades y se piden permisos especiales, para
posteriormente comprar pizzas, latas de cerveza, palomitas, patatas fritas y
chuches para contemplar el evento en casa, preferiblemente compartiendo el
acontecimiento con algún amigo, vecino, hijos e incluso con la mujer, que
aunque “no entiende”, se adapta al entusiasmo de su marido y además contribuye
a la renovación del picoteo, pero los más machistas y que además se creen muy
entendidos en la materia, suelen acudir a bares y establecimientos públicos, en
donde con sus gestos y voces, propagan su categórico pronostico, procurando
crear polémica o apuestas entre los clientes mas habituales y conocidos.
Si le
resultado de nuestro equipo con un
conjunto extranjero es negativo, siempre buscan la disculpa de que hubo trampa
de los jueces o que el clima y las circunstancias estaban totalmente en contra
y en última instancia arguyen que nos tienen manía los indígenas de ese país,
etc., pero si hay victoria, el pueblo español, tan poco unido para la mayor
parte de sus problemas internos y mucho menos para compartir su prosperidad, se
vuelve furibundamente gregario, se olvida de los catalanes independentistas, de
los tozudos vascos y de los gallegos protestones… y sale a la calle en
manifestación multitudinaria, pasando por las calles haciendo sonar el claxon
del automóvil con la misma repetición que hacían los extremistas de derechas en
el aniversario de la muerte de Franco, pero ahora con profusión de banderas con
la corona, la gallina, el toro, o D. Quijote y Sancho.
No
estamos totalmente acostumbrados en Madrid a las concentraciones más o menos
controladas ante La Cibeles o en Neptuno, de unos miles de forofos seguidores
de los dos equipos rivales y a la colaboración municipal desorganizan el
tráfico cortando calles, la circulación de vehículos públicos, que además
fuerzan el paso de peatones, el descanso en terrazas, bancos y jardines etc.
etc., más el gasto público que supone el movilizar a policía, bomberos,
protección civil, ambulancias, limpieza, etc., con el dinero que sale de todos
los bolsillos, te guste o no te guste el fútbol. Al ciudadano que no entiende o
simplemente no le motiva lo suficiente como para formar parte mínimamente de esa pasión deportiva, todo eso le hace
sentirse momentáneamente desplazado o cohibido en cualquier conversación entre
amigos o familiares, puesto que no entra en ambiente y tampoco consigue
entender del todo ese arrebato tan manifiesto.
Generalmente
los medios de difusión mas conocidos, salvo excepciones notables de
publicaciones selectas o profesionales, no le suelen conceder una coherente
importancia a los éxitos y logros de escritores, innovadores, creadores, etc.,
aun cuando consiguen éxitos o premios importantes, pero incluso con
personalidades mas trascendentes y de interés universal, como es el caso de los
investigadores que descubren vacunas, o consiguen erradicar, paliar o
detener males, padecimientos
mortales y enfermedades universales, si acaso se les llega a dedicar algún
breve reportaje durante un acto de homenaje o de reconocimiento, suele ocurrir
casi siempre que el entrevistador, sin tener mucha idea ni entusiasmo e ignorando
que tal logro le ha podido llevar muchos años de investigación en equipo,
pretenda que ese distinguido científico le “resuma
sucintamente” cómo consiguió llegar a tal descubrimiento.
Sin
embargo y aunque sea una errónea y desfortunada comparación, es irritante oír a
los mas acreditados comentaristas deportivos, expertos en cantar de diferentes
maneras un prolongado GOOOOOL, cuando
describen paso a paso y minuciosamente como se ha lanzado ese penalti imparable
o cómo nos muestra el lujoso automóvil con el que Pachirri lleva a sus hijos al
cole o qué es lo que comió el gracioso delantero brasileiro el día de su
cumpleaños, pero aún resulta mas aflictivo el que todo ese amasijo de glosas y
adulaciones, pueda servir de largos comentarios de lunes, en oficinas, mercados
y tajos… aunque siga siendo muy respetable el sentimiento del verdadero
aficionado que experimenta una gran satisfacción ante algún evento.
Los grandes
problemas bélicos, económicos, alimenticios o ecológicos que atraviesa nuestro
mundo, parecen tener bastante menos interés que los sucesos deportivos y
frívolos, puesto que es muy evidente que la prensa que se dedica a estos temas,
es la que tiene mayor difusión y lectura en oficinas y peluquerías, de la misma
manera que los programas culturales y educativos de TVE 2, tienen una audiencia
menor que cualquier otro canal con una retransmisión deportiva o un programa de
critica y chismorreo hortera.
Si por
causas serias y graves de tipo económico internacional, algún día sufriéramos
un descenso en nuestra largamente ansiada y artificialmente conseguida calidad
de vida, o se produjera un desmembramiento del país, sería bastante vergonzoso
el recordar que habíamos producido tantas absurdas y artificiales
demostraciones de gregarismo patriotero de lo que substancialmente debiera ser
un espectáculo y un sano esparcimiento, sin contribuir a mantener y adorar a
unos envanecidos ídolos y a sus múltiples patrocinadores, cuyos emolumentos
superan excesivamente los mas normalizados estipendios del ciudadano medio.
Quizás
fuera motivo de una reflexión a nivel nacional.
DESFASE GENERACIONAL.
Aquella
pareja de avanzada edad, llevaba más de cincuenta años viviendo en la misma
casa del Barrio de Salamanca y en el que a pesar de toda su hipotética
notoriedad de clase, señorío, conservadurismo y españolismo puro y duro, a no
ser que alguien se empeñara en ser un ceporro social, era muy frecuente el que cada vez que salían
a la calle y se movían por las cercanías de
su domicilio, ocasionalmente solían encontrarse con personas que
saludaban y hablaban brevemente, además de pasar junto a otras caras
claramente conocidas de vista, coincidentes en el banco, simples paseantes, en
la parada del autobús o en la frutería y con quienes parecía haber una mayor aproximación que con otro tipo de ciudadanos,
que se les notaba fácilmente el no ser habituales o residentes de la zona,
quizás por su actitud espectadora o su manera de desenvolverse con menos
soltura por calles y comercio.
Cuando
hacia más de cincuenta años llegaron a aquella casa eran los más jóvenes y al
poco tiempo, no solo conocían a todos los vecinos, sino que además de tener
cierto grado de amistad con algunos, dada su disponibilidad y sus pocos años,
eran reclamados en no pocas ocasiones para hacer alguna labor o ayuda a
personas de edad respetable, El arreglar algún enchufe, cambiar bombillas,
poner las pilas a un transistor, acompañar a alguna persona enferma, etc., lo
hacían con todo gusto y hasta en una ocasión fueron requeridos para comprobar
si una persona estaba realmente muerta, como se temían. Por otro lado, el
panadero, el dueño de una tienda de regalos, o el encargado de la cercana
cafetería, eran personas con las que se trataban casi a diario y además solían
intercambiar algún comentario sobre el tiempo, la salud o los problemas más
cercanos del distrito.
Fueron pasando los años y lógicamente algunos vecinos
desaparecieron por muerte natural y otros se fueron a residencias o al
domicilio de sus hijos. En la ya veterana casa solamente quedaron ocupadas tres
viviendas durante un tiempo, hasta que el arrendador decidió vender a un
ventajoso precio todo el edificio a una inmobiliaria agresiva, la cual se hizo
cargo del mismo, realizó algunas pocas reformas más bien ostentosas y fue vendiendo
los pisos a los habituales precios especulativos.
Los nuevos
vecinos, parecían tener un cierto status económico más bien alto, además de la
actitud típica de los ciudadanos modernos y cosmopolitas, es decir saludaban en
el ascensor, felicitaban el año nuevo, etc., pero salvo excepciones, no
inducían a una mayor confianza o relación, e incluso algunos no parecían muy
sociables y aunque la resistente pareja, prácticamente era la más mayor, en
ningún momento pretendieron tener ninguna consideración especial, un trato
prioritario o de conmiseración, y como además gozaban de la suerte de no tener
que asistir a las tediosas y ásperas reuniones de propietarios, su relación con
los otros moradores, se puede decir que era sencilla y fríamente correcta.
Casi por
aquellas fechas y en un apartamento arreglado situado en la casa de enfrente,
se instaló un individuo de mediana edad y que siempre iba solo por la calle tirando de un cursi y pequeño
perrito, parecido a una de esas mopas para el suelo, pero que dejaba unos
desproporcionados residuos en los alcorques de los árboles. A este ciudadano,
nunca se le veía acompañado o hablando con alguien y cuando se lo encontraban
de frente, desviaba la mirada hacia las antenas parabólicas.
Realmente
esa zona de Madrid, tenía un especial interés entre la población consumidora, debido a la gran
cantidad de comercio moderno, y a una ya añeja fama de selectiva, aunque el
ambiente tranquilo y reposado de los primeros años, lógicamente se fue alterando
y deteriorando al aumentar la metrópoli, los medios de comunicación, el
comercio de calidad y unos grandes almacenes con nombre de incisura británica,
en ambiciosa y continua expansión. Ya hacía tiempo que no se veía a casi ningún
niño jugando en la calle, era cada vez más difícil el encontrar un sitio para
aparcar y las gentes de paso llevaban mucha prisa y la cara seria pero, sobre
todo, el mastodóntico Palacio de los Deportes hacía que todo el entorno
sufriera periódicamente una serie de alteraciones, cuando se celebraba algún
evento de carácter deportivo o los espectaculares conciertos roqueros, lo que
producía el consiguiente desorden caótico de la circulación, con las aceras
invadidas por automóviles y la Avenida de Felipe II por puestecillos de
chucherías, bebidas y bocadillos, abastecedoras de las masas ruidosas que
después dejaban abundantes desperdicios. También salían acudir pandas de
semi-adolescentes con vestimenta y actitudes imitando a los chicos de West Side Story, juntándose en grupos para
fumar porretes y beber colas o lo que pillan, igualmente dejando después el
rastro de su urbana personalidad, con un amplio muestrario de latas, colillas y orines.
Un buen día y
con motivo de un importante partido internacional de fútbol, se orquestó otra campaña patriótica
en todos los medios de difusión para el acompañamiento moral al equipo español,
haciendo gran propaganda y hablando de las virtudes tan especiales de los
jugadores que representaban a España y aspiraban a una muy solicitada plateresca
copa. Aparte de los centenares de personas que se fueron al extranjero para ver
el partido en directo, se organizaron
diversas concentraciones públicas en varias ciudades del país para visionar el
acontecimiento y concretamente en Madrid, además de la Plaza de Colon y otros
lugares, habían instalado en el Palacio de los Deportes unas pantallas
gigantes, que atrajo a una gran cantidad de público heterogéneo en edades y
niveles sociales con sus camisetas, banderas, pancartas y canciones fanáticas.
Aquella
pareja ya era bastante mayor y como no tenían demasiado interés por tal
acontecimiento, después de haber visto
algo del primer tiempo y llevar ya un rato reanudado el encuentro, decidieron
salir a dar el acostumbrado y también recomendado paseo de la tarde, recorriendo los solitarios alrededores,
pero al cabo de cierto tiempo, una
gran explosión de voces humanas que salía de gran parte de las ventanas de las
casas, con mezcla de cohetes, música y lejanos fuegos artificiales, les informó
elocuentemente de la innegable victoria nacional y entonces decidieron regresar
tranquilamente, para pasar cerca del Palacio de los Deportes, ver el ambiente y
contemplar a los que ya estaban abandonando el recinto formando pequeños
conjuntos de forofos exultantes, triunfantes y vociferantes, que expresaban y
compartían su mutua alegría, acompañados de pitos, cornetillas, bombos y
tambores, sin faltar los petardos y cohetes.
De un grupo de
unos cinco o seis jóvenes de pinta algo pija, quizás por verlos caminar en
sentido contrario a la masa pausadamente y sin emoción alguna, se destacó una
chica de pelo rubio lacio y se paró muy cerca delante de ellos agitando y
frotando la bandera nacional, al tiempo que con un tono de voz excitado, les
repitió por tres veces un desafiante ¡¡
Viva España ¡!.
Aquel señor, con gran tranquilidad y una sonrisa de viejo
complaciente, le contestó : - Por
supuesto que viva ... pero no solamente hoy ,
¿eh?.
La joven hizo
un gesto de confusión y los chicos, sin comentario alguno, continuaron su
patriótica marcha mientras también la pareja reanudaba el paseo, viendo pasar a
los últimos espectadores, algunos ya bastante entonados. Cuando estaban ya
cerca de su casa, se vieron sorprendidos al ver al misántropo vecino asomando
más de medio cuerpo por su ventana, vestido con la camiseta roja del equipo
nacional, estirando una bufanda de colores …y con ojos saltones mirando hacia
la gente que pasaba, emitía con gran potencia, ese incomprensible roznido de
dos vocales OE,OE,OE…OE,OE…., y aquel
chucho, sacando su lanuda cabecita entre los barrotes, también ladraba al
compás de los alaridos de su amo.
Los dos
ancianos, se quedaron un momento frente a él y cuando después entraron en su
portal, aún seguían comentando sobre las desconcertantes reacciones de
determinado tipo de españoles, que se muestran patrióticamente gregarios cuando
se producen ciertos éxitos deportivos, pero lo que les había producido más
sorpresa fue el haber visto en directo los recónditos instintos de comunicación
de aquel extraño vecino, confiando en que posiblemente los suyos, aún más
cercanos, por algún insólito motivo también algún día les podían dar una
sorpresa parecida.
CARLOS RODRÍGUEZ-NAVIA.E
Madrid, Septiembre 2008.
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