Patrioterismo contagioso






PATRIOTERISMO CONTAGIOSO…




Carlos Rodríguez-Navia.


PATRIOTERISMO CONTAGIOSO.

En la época del franquismo, las únicas manifestaciones que se permitían, siempre estaban publicitadas, organizadas y controladas por el sistema. Los medios de comunicación, colaboraban y contribuían insistentemente a su propagación, y generalmente la participación popular, voluntaria o forzada, era masiva bien por convicción, por miedo, o por la exigida justificación laboral, movilizando incluso a campesinos y labradores de pueblos y aldeas, mediante medios de transporte gratuito, bocadillo de queso y botellita de vino incluidos.
En la democracia, los distintos partidos políticos las organizan con tiempo preparando pancartas, carteles, consignas, banderas, símbolos, emblemas, gorritas y silbatos, con un desembolso bastante fuerte, en parte procedente de la interesada aportación de empresas constructoras, determinados bancos y los periódicos, cadenas de radio y televisión descaradamente afines a su ideología.
En los conflictos laborales los sindicatos y los gremios también coordinan, propagan y hacen circular rumores o panfletos sueltos por calles, pagando a piquetes y colaboradores, con sus propios fondos y otras ayudas interesadas.
En todos los casos, la reacción popular suele ser coherente con su grado de militancia o su problema y es sabido que el entusiasmo suele ser consecuente y progresivo, según el volumen del vocerío y agresividad contra la ideología opuesta, convenientemente manejada por los organizadores.
Mucho más emotivos, profundos y trascendentes son aquellos movimientos prácticamente espontáneos, que hacen que la gente se eche a la calle por su cuenta, como una especie de revulsivo interno contra algo verdaderamente doloroso, inesperado, cruel, injusto o inhumano a nivel general. Así ocurrió en Madrid, por simpatía y popularismo con el entierro de Tierno Galván, o el de Lola Flores y con más fundamento, ante el NO A LA GUERRA, muchas de las graves agresiones de ETA, las silenciosas y expresivas manos blancas y sobre todo, con el tremendo atentado deL 11-M.
Es muy evidente que, en gran parte debido al supuestamente espectacular desarrollo económico, social y productivo, en España también ha prosperado sólidamente la devoción a los acontecimientos deportivos y sobre todo a aquellos en los que nuestra país o nación, es poseedora o aspirante a un título internacional importante, como pasa con el tenis, el ciclismo, las carreras formula I y de motocicletas, e incluso con el también velocísimo  bádminton,  pero son los fanáticos encuentros entre ciertos equipos de futbol quienes se llevan la palma de la mayor atención, adoración y ensalzamiento, por parte de una gran masa seguidora entusiasmada, con una afición incrustada desde la infancia  y una apasionada adoración de sus ídolos. Para quienes no pueden asistir y contemplar la batalla en los campos, siempre queda el seguimiento directo por medio de la retransmisiones televisadas, en donde además se aprovecha para introducir la más repetidora y narcótica publicidad.. .


Estas reñidas competiciones atraen a tal número de espectadores, que prácticamente se paraliza la actividad de comercios, hospitales, oficinas y hogares. Se buscan excusas, se inventan, enfermedades y se piden permisos especiales, para posteriormente comprar pizzas, latas de cerveza, palomitas, patatas fritas y chuches para contemplar el evento en casa, preferiblemente compartiendo el acontecimiento con algún amigo, vecino, hijos e incluso con la mujer, que aunque “no entiende”, se adapta al entusiasmo de su marido y además contribuye a la renovación del picoteo, pero los más machistas y que además se creen muy entendidos en la materia, suelen acudir a bares y establecimientos públicos, en donde con sus gestos y voces, propagan su categórico pronostico, procurando crear polémica o apuestas entre los clientes mas habituales y conocidos.
Si le resultado de nuestro equipo con un conjunto extranjero es negativo, siempre buscan la disculpa de que hubo trampa de los jueces o que el clima y las circunstancias estaban totalmente en contra y en última instancia arguyen que nos tienen manía los indígenas de ese país, etc., pero si hay victoria, el pueblo español, tan poco unido para la mayor parte de sus problemas internos y mucho menos para compartir su prosperidad, se vuelve furibundamente gregario, se olvida de los catalanes independentistas, de los tozudos vascos y de los gallegos protestones… y sale a la calle en manifestación multitudinaria, pasando por las calles haciendo sonar el claxon del automóvil con la misma repetición que hacían los extremistas de derechas en el aniversario de la muerte de Franco, pero ahora con profusión de banderas con la corona, la gallina, el toro, o D. Quijote y Sancho.
No estamos totalmente acostumbrados en Madrid a las concentraciones más o menos controladas ante La Cibeles o en Neptuno, de unos miles de forofos seguidores de los dos equipos rivales y a la colaboración municipal desorganizan el tráfico cortando calles, la circulación de vehículos públicos, que además fuerzan el paso de peatones, el descanso en terrazas, bancos y jardines etc. etc., más el gasto público que supone el movilizar a policía, bomberos, protección civil, ambulancias, limpieza, etc., con el dinero que sale de todos los bolsillos, te guste o no te guste el fútbol. Al ciudadano que no entiende o simplemente no le motiva lo suficiente como para formar parte mínimamente de esa pasión deportiva, todo eso le hace sentirse momentáneamente desplazado o cohibido en cualquier conversación entre amigos o familiares, puesto que no entra en ambiente y tampoco consigue entender del todo ese arrebato tan manifiesto.
Generalmente los medios de difusión mas conocidos, salvo excepciones notables de publicaciones selectas o profesionales, no le suelen conceder una coherente importancia a los éxitos y logros de escritores, innovadores, creadores, etc., aun cuando consiguen éxitos o premios importantes, pero incluso con personalidades mas trascendentes y de interés universal, como es el caso de los investigadores que descubren vacunas, o consiguen erradicar, paliar o


detener males, padecimientos mortales y enfermedades universales, si acaso se les llega a dedicar algún breve reportaje durante un acto de homenaje o de reconocimiento, suele ocurrir casi siempre que el entrevistador, sin tener mucha idea ni entusiasmo e ignorando que tal logro le ha podido llevar muchos años de investigación en equipo, pretenda que ese distinguido científico le “resuma sucintamente” cómo consiguió llegar a tal descubrimiento.
Sin embargo y aunque sea una errónea y desfortunada comparación, es irritante oír a los mas acreditados comentaristas deportivos, expertos en cantar de diferentes maneras un prolongado GOOOOOL, cuando describen paso a paso y minuciosamente como se ha lanzado ese penalti imparable o cómo nos muestra el lujoso automóvil con el que Pachirri lleva a sus hijos al cole o qué es lo que comió el gracioso delantero brasileiro el día de su cumpleaños, pero aún resulta mas aflictivo el que todo ese amasijo de glosas y adulaciones, pueda servir de largos comentarios de lunes, en oficinas, mercados y tajos… aunque siga siendo muy respetable el sentimiento del verdadero aficionado que experimenta una gran satisfacción ante algún evento.
Los grandes problemas bélicos, económicos, alimenticios o ecológicos que atraviesa nuestro mundo, parecen tener bastante menos interés que los sucesos deportivos y frívolos, puesto que es muy evidente que la prensa que se dedica a estos temas, es la que tiene mayor difusión y lectura en oficinas y peluquerías, de la misma manera que los programas culturales y educativos de TVE 2, tienen una audiencia menor que cualquier otro canal con una retransmisión deportiva o un programa de critica y chismorreo hortera.
Si por causas serias y graves de tipo económico internacional, algún día sufriéramos un descenso en nuestra largamente ansiada y artificialmente conseguida calidad de vida, o se produjera un desmembramiento del país, sería bastante vergonzoso el recordar que habíamos producido tantas absurdas y artificiales demostraciones de gregarismo patriotero de lo que substancialmente debiera ser un espectáculo y un sano esparcimiento, sin contribuir a mantener y adorar a unos envanecidos ídolos y a sus múltiples patrocinadores, cuyos emolumentos superan excesivamente los mas normalizados estipendios del ciudadano medio.
Quizás fuera motivo de una reflexión a nivel nacional.


DESFASE GENERACIONAL.

Aquella pareja de avanzada edad, llevaba más de cincuenta años viviendo en la misma casa del Barrio de Salamanca y en el que a pesar de toda su hipotética notoriedad de clase, señorío, conservadurismo y españolismo puro y duro, a no ser que alguien se empeñara en ser un ceporro social, era muy frecuente el que cada vez que salían a la calle y se movían por las cercanías de  su domicilio, ocasionalmente solían encontrarse con personas que saludaban y hablaban brevemente, además de pasar junto a otras caras claramente  conocidas de vista, coincidentes en el banco, simples paseantes, en la parada del autobús o en la frutería y con quienes parecía haber una mayor  aproximación que con otro tipo de ciudadanos, que se les notaba fácilmente el no ser habituales o residentes de la zona, quizás por su actitud espectadora o su manera de desenvolverse con menos soltura por calles y comercio.
Cuando hacia más de cincuenta años llegaron a aquella casa eran los más jóvenes y al poco tiempo, no solo conocían a todos los vecinos, sino que además de tener cierto grado de amistad con algunos, dada su disponibilidad y sus pocos años, eran reclamados en no pocas ocasiones para hacer alguna labor o ayuda a personas de edad respetable, El arreglar algún enchufe, cambiar bombillas, poner las pilas a un transistor, acompañar a alguna persona enferma, etc., lo hacían con todo gusto y hasta en una ocasión fueron requeridos para comprobar si una persona estaba realmente muerta, como se temían. Por otro lado, el panadero, el dueño de una tienda de regalos, o el encargado de la cercana cafetería, eran personas con las que se trataban casi a diario y además solían intercambiar algún comentario sobre el tiempo, la salud o los problemas más cercanos del distrito.
Fueron pasando los años y lógicamente algunos vecinos desaparecieron por muerte natural y otros se fueron a residencias o al domicilio de sus hijos. En la ya veterana casa solamente quedaron ocupadas tres viviendas durante un tiempo, hasta que el arrendador decidió vender a un ventajoso precio todo el edificio a una inmobiliaria agresiva, la cual se hizo cargo del mismo, realizó algunas pocas reformas más bien ostentosas y fue vendiendo los pisos a los habituales precios especulativos.
Los nuevos vecinos, parecían tener un cierto status económico más bien alto, además de la actitud típica de los ciudadanos modernos y cosmopolitas, es decir saludaban en el ascensor, felicitaban el año nuevo, etc., pero salvo excepciones, no inducían a una mayor confianza o relación, e incluso algunos no parecían muy sociables y aunque la resistente pareja, prácticamente era la más mayor, en ningún momento pretendieron tener ninguna consideración especial, un trato prioritario o de conmiseración, y como además gozaban de la suerte de no tener que asistir a las tediosas y ásperas reuniones de propietarios, su relación con los otros moradores, se puede decir que era sencilla y fríamente correcta.


Casi por aquellas fechas y en un apartamento arreglado situado en la casa de enfrente, se instaló un individuo de mediana edad y que siempre iba solo por la calle tirando de un cursi y pequeño perrito, parecido a una de esas mopas para el suelo, pero que dejaba unos desproporcionados residuos en los alcorques de los árboles. A este ciudadano, nunca se le veía acompañado o hablando con alguien y cuando se lo encontraban de frente, desviaba la mirada hacia las antenas parabólicas.
Realmente esa zona de Madrid, tenía un especial interés entre la  población consumidora, debido a la gran cantidad de comercio moderno, y a una ya añeja fama de selectiva, aunque el ambiente tranquilo y reposado de los primeros años, lógicamente se fue alterando y deteriorando al aumentar la metrópoli, los medios de comunicación, el comercio de calidad y unos grandes almacenes con nombre de incisura británica, en ambiciosa y continua expansión. Ya hacía tiempo que no se veía a casi ningún niño jugando en la calle, era cada vez más difícil el encontrar un sitio para aparcar y las gentes de paso llevaban mucha prisa y la cara seria pero, sobre todo, el mastodóntico Palacio de los Deportes hacía que todo el entorno sufriera periódicamente una serie de alteraciones, cuando se celebraba algún evento de carácter deportivo o los espectaculares conciertos roqueros, lo que producía el consiguiente desorden caótico de la circulación, con las aceras invadidas por automóviles y la Avenida de Felipe II por puestecillos de chucherías, bebidas y bocadillos, abastecedoras de las masas ruidosas que después dejaban abundantes desperdicios. También salían acudir pandas de semi-adolescentes con vestimenta y actitudes imitando a los chicos  de West Side Story, juntándose en grupos para fumar porretes y beber colas o lo que pillan, igualmente dejando después el rastro de su urbana personalidad, con un amplio muestrario de latas, colillas y orines.
Un buen día y con motivo de un importante partido internacional de  fútbol, se orquestó otra campaña patriótica en todos los medios de difusión para el acompañamiento moral al equipo español, haciendo gran propaganda y hablando de las virtudes tan especiales de los jugadores que representaban a España y aspiraban a una muy solicitada plateresca copa. Aparte de los centenares de personas que se fueron al extranjero para ver el partido en directo, se organizaron diversas concentraciones públicas en varias ciudades del país para visionar el acontecimiento y concretamente en Madrid, además de la Plaza de Colon y otros lugares, habían instalado en el Palacio de los Deportes unas pantallas gigantes, que atrajo a una gran cantidad de público heterogéneo en edades y niveles sociales con sus camisetas, banderas, pancartas y canciones fanáticas.
Aquella pareja ya era bastante mayor y como no tenían demasiado interés por tal acontecimiento,  después de haber visto algo del primer tiempo y llevar ya un rato reanudado el encuentro, decidieron salir a dar el acostumbrado y también recomendado paseo de la tarde, recorriendo los solitarios alrededores,


pero al cabo de cierto tiempo, una gran explosión de voces humanas que salía de gran parte de las ventanas de las casas, con mezcla de cohetes, música y lejanos fuegos artificiales, les informó elocuentemente de la innegable victoria nacional y entonces decidieron regresar tranquilamente, para pasar cerca del Palacio de los Deportes, ver el ambiente y contemplar a los que ya estaban abandonando el recinto formando pequeños conjuntos de forofos exultantes, triunfantes y vociferantes, que expresaban y compartían su mutua alegría, acompañados de pitos, cornetillas, bombos y tambores, sin faltar los petardos y cohetes.
De un grupo de unos cinco o seis jóvenes de pinta algo pija, quizás por verlos caminar en sentido contrario a la masa pausadamente y sin emoción alguna, se destacó una chica de pelo rubio lacio y se paró muy cerca delante de ellos agitando y frotando la bandera nacional, al tiempo que con un tono de voz excitado, les repitió por tres veces un desafiante ¡¡ Viva España ¡!.
Aquel señor, con gran tranquilidad y una sonrisa de viejo complaciente, le contestó : - Por supuesto que viva ... pero no solamente hoy , ¿eh?.
La joven hizo un gesto de confusión y los chicos, sin comentario alguno, continuaron su patriótica marcha mientras también la pareja reanudaba el paseo, viendo pasar a los últimos espectadores, algunos ya bastante entonados. Cuando estaban ya cerca de su casa, se vieron sorprendidos al ver al misántropo vecino asomando más de medio cuerpo por su ventana, vestido con la camiseta roja del equipo nacional, estirando una bufanda de colores …y con ojos saltones mirando hacia la gente que pasaba, emitía con gran potencia, ese incomprensible roznido de dos vocales OE,OE,OE…OE,OE…., y aquel chucho, sacando su lanuda cabecita entre los barrotes, también ladraba al compás de los alaridos de su amo.
Los dos ancianos, se quedaron un momento frente a él y cuando después entraron en su portal, aún seguían comentando sobre las desconcertantes reacciones de determinado tipo de españoles, que se muestran patrióticamente gregarios cuando se producen ciertos éxitos deportivos, pero lo que les había producido más sorpresa fue el haber visto en directo los recónditos instintos de comunicación de aquel extraño vecino, confiando en que posiblemente los suyos, aún más cercanos, por algún insólito motivo también algún día les podían dar una sorpresa parecida.

CARLOS RODRÍGUEZ-NAVIA.E
Madrid, Septiembre 2008.






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