Historia del Desarme
El desarme es una fiesta gastronómica que, desde
hace ya más de un siglo, se celebra cada 19 de octubre en Oviedo, la
muy noble, muy leal, heroica, buena y benemérita ciudad, y tiene su
origen en una leyenda bélica.
Se enmarca esta leyenda en el panorama de las
guerras carlistas en Asturias. Y se barajan varias fechas de escaramuzas,
ataques y retiradas de armas o <<desarmes>> entre las tropas de los
liberales isabelinos y las de los carlistas para situar el supuesto origen de
este menú.
Los aires de guerra y el protagonismo militar nos
sitúan, al principio, ante un rancho de garbanzos, sabroso y calorífico,
bastante más apreciado que el ordinario, pues en otro tiempo el coste de los
garbanzos era muy superior al de las habas existentes; y el bacalao, pescado
cecial por excelencia cuyo consumo, como el de cualquier otro pescado, se debe
a las normas religiosas de la vigilia, adquiría precios considerables y, en
cantidad, sólo estaba presente en despensas pudientes.
Si, tras algún enfrentamiento, fue este plato la
comida de unos soldados, será el ingenio ovetense quien haga de conmemoración
bélica, fiesta, y de rancho especial, banquete. Y será la corporación municipal
quien dé los primeros pasos imprescindibles para que enraíce entre el pueblo la
costumbre de una conmemoración y cobre así este menú carta de naturaleza en la
gastronomía ovetense.
Lo cierto es que la época a la que se remonta la
leyenda del <<desarme>> que nos ocupa, se sitúa en la primera mitad
del s. XIX, años muy difíciles en la política del país, en los que Oviedo hace
gala a los epítetos de la leyenda de su escudo y, en medio de los vaivenes
políticos, intenta mantenerse fiel al trono constitucional.
Recordemos que este trono estaba ocupado por Isabel
II, aquella reina castiza que ciñó corona gracias a que su padre, Fernando VII,
El Deseado, abolió la ley Sálica que
impedía gobernar a las mujeres, para que le sucediera su hija Isabel, y no
Carlos María Isidro, el hermano del rey, llamado desde entonces El Pretendiente (a la corona de España,
se entiende, y no a la mano de la reina Isabel, que los elegía a dedo y sin
demasiados tapujos).
Los partidarios de don Carlos eran tradicionalistas
y conservadores, y la reina Isabel se alió entonces con los liberales para
mantener el trono heredado.
Y Asturias destilaba liberalismo ya desde la
resistencia a los franceses: fue la junta General del Principado quien hizo la
primera declaración de guerra a Napoleón en 1808; y el pueblo asturiano el
primero que declaró la guerra al invasor desde el Campo de San Francisco.
Sólo la Iglesia estaba próxima al carlismo, no en
balde el lema carlista era <<Dios, patria, Rey…>>. Pero en Asturias
el carlismo no tuvo demasiado arraigo, a pesar de los batallones enviados por
Zumalacárregui.
En aquel ambiente, en Oviedo se daban armas a
grupos de ciudadanos honrados reclutados para mantener el orden ante posibles
brotes o incursiones carlistas: eran las llamadas milicias nacionales, o
<<milicias urbanas>>. El trabajo de cada bando (milicianos y
carlistas por el otro) era procurar <<desarmar al contrario>>. Así
que <<desarmes>> en el sentido literal de la palabra debió de haber
varios.
Además, al finalizar la guerra las autoridades
debían retirar las armas con mano izquierda a aquellas milicias urbanas que se
resistían a quedar <<desarmadas>>.
Éste es el marco en el que encaja la noticia de un
desarme ocurrido en Lugo de Llanera cuando, en julio de 1856, hubo una
concentración de milicianos con motivo de una inspección. Es posible que se les
sirviese un rancho especial, compuesto por el guiso de garbanzos con bacalao y
espinacas y que, concentrados en saborear y digerir el magnífico menú, no
prestaran atención a la retirada de las armas que habían dejado apoyadas a sus
espaldas. Este hecho puede ser la base de la leyenda del menú, e incluso del
carácter pacifista del grupo (que ha trascendido hasta hoy entre los que <<desarman>> juntos), pero no coincide
la fecha con la tradicional del 19 de octubre.
Hay que remontarse a unos años atrás para atinar en
la fecha, y existen noticias de <<desarmes>> menos pacíficos en la
heroica ciudad de Oviedo en los años 1833 y 1836.
Cuando en octubre del 1833 muere Fernando VII, el
Ayuntamiento de Oviedo, <<la muy leal…>>
(a la legítima heredera de la corona, Isabel II), temiendo la reacción
carlista, tomo medidas excepcionales: se dispuso una ronda permanente de
las calles a cargo de las
<<milicias urbanas>> y se adelantó la hora de salida de los
serenos… Se publicó un bando ordenando que todos los vecinos iluminasen por la
noche sus casas, que cerrasen temprano las casas de billar, cafés y tabernas…
Se intenta armar a esas patrullas nocturnas y se consiguen fusiles tras
<<desarmar>> a unas brigadas
carlistas de la ciudad que, según las investigaciones de Juan Santana (en
1969), habían dejado sus armas en la plaza de la fortaleza (actual solar de la
Telefónica vieja), mientras oían misa en la Iglesia de San Francisco (en el
actual solar del palacio de la Junta General del Principado), momento que
aprovecharon los liberales ovetenses para sustraerlas.
Jugó un papel notable el Ayuntamiento en aquella
ocasión, porque los cauces de la concordia del Consistorio ovetense contuvieron
la corriente de oposición latente entre el Cabildo tradicionalista y el
Ayuntamiento liberal, debido a la queja del prelado por las voces e insultos de
las milicias nocturnas contra su persona.
Pero todo esto ocurrió ya en el mes de noviembre y
no coincide con la fecha de celebración actual.
La <<guerra en serio>> llego cuando en Oviedo,
<<la heroica>> ciudad, tuvo que defenderse cuerpo a cuerpo
en el año 1836.
Dos incursiones carlistas llegaron a la ciudad. La
dirigida por el general Gómez fue en julio y consiguió entrar, pero salió a los
tres días de Oviedo, perseguido por Espartero.
La otra, cuya fecha coincide con nuestra actual
fiesta gastronómica, fue la ocurrida en octubre de 1836, cuando el general
carlista Sanz intentó un ataque a Oviedo, después de unas correrías desde el
mes de septiembre por varios pueblos de Asturias: entró en Tineo el 8 de
octubre y tuvo que abandonarla rápidamente por el ataque de 77 valientes
locales en feroz defensa de sus hogares y familias, pasó por Mieres, Sama de
Langreo y Pola de Siero hacia la capital.
Pero Oviedo, la muy leal y heroica ciudad, estaba
bien pertrechada, según nos cuenta el comerciante Ingles Georges Borrow, que
estaba en la ciudad para vender biblias: la Catedral y varios conventos
sirvieron de cuartel para 200 hombres durante ocho días (lo que luego creará
dudas de culto al Cabildo, por si se habría profanado el recinto sagrado). La
defensa se concentró en el monasterio de Santa María de la Vega, de monjas
benedictinas, en las afueras (actual Fábrica de Armas), y en las torres de San
Isidoro y la Catedral, y las calles de Santa Ana, San Antón y Platerías. El día
4 de octubre llegó la tropa de Sanz y abrió el primer fuego en Santullano para
avanzar por Pumarín y entrar en la ciudad por Foncalada. La defensa ovetense
rechazó el primer ataque carlista. Pero Sanz volvió a la carga el 18 de
octubre; había prometido a su tropa 4 días de pillaje si conseguían entrar en
Oviedo (eran muy superiores en número). Arremetieron con fuerza desesperada por
el Camino de Castilla y en la Puerta Nueva unos ganaderos liberales murieron
abrasados en el incendio de la casa que les servía de puesto de tiro; los
carlistas llegaron a la calle Magdalena, donde cayeron varios valientes
nacionales. Pero finalmente fueron rechazados y salieron de la ciudad hacia
Pola de Siero y Gijón (que cayó el día 22).
Al día siguiente, 19 de octubre, los ovetenses
celebraron el triunfo. La heroica ciudad había perdido a
varios de sus defensores y se ganó un adjetivo más para su escudo, el de
<<benemérita>>. Los restos mortales de los héroes caídos pasaron a
un mausoleo de la Iglesia de San Isidoro y fue el Ayuntamiento de la benemérita
ciudad quien decidió celebrar un solemne funeral en su memoria, funeral
que se repetiría todos los años hasta la llegada de la II república en 1931.
Este comprobado hecho histórico y su posterior
conmemoración aporta cronología, 19 de octubre, pero no menú.
Al año siguiente de este episodio en 1837, el
Ayuntamiento, en su sesión ordinaria del día 13 de octubre, menciona las
víctimas del 19 de octubre: <<Se dio cuenta de un oficio del señor don
Miguel Vereterra, diputado en Cortes, constando que el expediente instruido por
el Ayuntamiento para la concesión de pensiones a las viudas de los milicianos
que perecieron en actos de servicio, no se ha recibido en el congreso>>.
Cosas de la burocracia, ante lo cual el Ayuntamiento vota una reclamación y
queja formal a la Diputación.
En la misma reunión se decide la asistencia de una
<<función fúnebre>> de cabo de año… para… honrar la memoria de las
víctimas del 19 de octubre del año pasado… en Santo Domingo.
Toda celebración va acompañada de comida en común,
pacificadora y amistosa. Incluso en funeral de los de antes, como necesario
contrapunto al dolor.
El menú es la historia de la coquinaria
retrospectiva que no suele dejar mucho documento escrito, y la investigación a
de afinar soluciones tomando datos de aquí y de allá.
En aquellos años, los menús diarios giraban en
torno a lo que en toda España responde al nombre de <<olla
podrida>>. Todavía Clarín en las primeras líneas de La Regenta dice que <<… la
heroica ciudad dormía la siesta… y hacía la digestión del cocido y la olla
podrida…>>… potaje éste que incluía las hortalizas y legumbres que
hubiera y alguna carne y tocino, según el poderío de cada casa. Si tocaba vigilia
(que eran muchas al año), la carne se sustituía por buen bacalao en las casas
pudientes, y en Oviedo con frecuencia por <<curadillo>>, más
asequible que el bacalao, importado de Bilbao. Y ya sabemos que los garbanzos
eran la legumbre más apreciada.
La comida, motivo de reunión amigable entre las
autoridades, clero y parroquianos invitados, pudo trascender al pueblo que
acudiría desde entonces año tras año a
rendir los honores a sus héroes locales.
El Ayuntamiento de Oviedo siguió insistiendo en la
festividad y en 1898, en su sesión ordinaria del día 14 de octubre, siendo
Alcalde don Gerardo Berjano, se trata la función del 19 de octubre: <<A
propuesta de la Presidencia y siguiendo la costumbre y prácticas establecidas,
el Ayuntamiento acordó que se conmemore el aniversario el 19 de octubre de
1836, disponiéndose como en años anteriores la correspondiente función
cívico-religiosa dedicada a las víctimas de las libertades patrias,
quedando autorizado el señor Alcalde para preparar lo necesario a dicho
acto>>. Ya entre lo civil, no sólo el funeral, y <<lo necesario>> supone un
gasto especial. Y en <<El Carbayón>> del día se anuncia 62º
aniversario del acontecimiento transmitiendo la invitación del Alcalde <<a todos los vecinos de
esta capital a contribuir con su presencia a la mayor solemnidad de dicho acto…
que se celebrará a las 10 de la noche en la Iglesia de San Isidoro… y el
Ayuntamiento ha pedido al General Gobernador de esta plaza un piquete del
Regimiento del Príncipe para que haga los honores en esta fiesta
cívico-religiosa>>.
Ya están todos los ovetenses en la calle,
convocados por su Alcalde para una fiesta, atraídos por la misma circunstancia
<<cívico-religiosa>>, nunca tan unidas ambas adjetivaciones; y la
verosímil comida posterior al acto va suavizando los tintes sangrientos de la
guerra pasada y a un buen seguro las guerras domésticas y cotidianas de cada
cual, en torno a manteles que acogen un menú especial y de fiesta.
Y en 1906, el Ayuntamiento, a pesar del voto
socialista en contra por el gasto que supone la función, no sólo sigue
organizándola, sino que también acuerda repartir a los pobres con tal motivo
<<raciones>> de la Cocina Económica, trasunto quizá del banquete
con que se despachaban ese día los más afortunados.
El matiz pacifista de la celebración se aprecia a
través del redactor de la noticia sobre el aniversario para quien los
combatientes eran <<… hijos todos
de una misma madre, la España, sostenían con tesón inaudito la respectivas
banderas…>> y suavizando partidismos, aclara… <<era que había fe en los ideales…>>.
El 19 de octubre de 1908 se convoca la <<tradicional fiesta de Réquiem>> en
San Isidoro, con presencia del Alcalde y autoridades, esta vez sin salvas de
honor por estar fuera el regimiento <<… sufriendo una gran decepción las
muchas personas que esperaban oír el tiroteo>>; era ya ingrediente
festivo la parada militar y el estruendo de la pólvora contra el muro de San
Isidoro.
El mismo día 1808, la fonda La Perla, en la calle
Pelayo, número 7 anuncia la inauguración de su temporada de callos: <<se
expenden riquísimos>>, y ya para todos los domingos.
Es ejemplo de cómo la hostelería local colaboró
desde antiguo a completar el menú con los típicos callos <<a la
asturiana>>, cuya temporada oficial se abre en la fecha del aniversario
del ataque carlista a Oviedo.
Continuó creciendo la costumbre de la celebración
hasta tal punto que en 1929, en que la fecha coincide con domingo, se traslada
la conmemoración al lunes: la cita es a las 10:30 en la Iglesia de San Isidoro
con invitación a todas las autoridades locales y a los familiares de los héroes
liberales, y se decreta que <<con este motivo no habrá despacho en las
oficinas del Ayuntamiento>>. El mensaje está en bandeja, se suspende la
actividad en día laboral para celebrar en paz y armonía.
Tras el paréntesis de la celebración con la llegada
de la II República en 1931 y luego los avatares de la guerra civil, resurge el
evento y se afianza con fuerza cada vez más notable en los años 50 del s. XX.
La prensa se hace eco al amparo de artículos que con el título
<<Costumbres que no mueren>> explican a los lectores el origen del
Desarme, combinando situación: en Llanera (alguno hubo allí y con una posible
comida) y cronología: en 1836 (comprobado ataque carlista a Oviedo), y además
recalcando que fue sin derramamiento de sangre.
La costumbre en esos años ya está muy perfilada
pues son <<peñas>> de amigos las que se reúnen en distintos lugares
para degustar el típico menú de garbanzos con bacalao y espinacas, y callos.
Los postres no se especifican, pro ¿Qué comida con sello asturiano no se remata
con un buen arroz con leche? Si fue lógico el añadido de los <<callos a
la asturiana>> (por sabia coincidencia de fechas), el espacio del postre
es naturalmente ocupado por el arroz con leche.
Octubre era, en aquellos años 50 y siguientes, mes
de eventos y celebraciones de interés nacional y local: el Rosario, el Pilar,
la fiesta de la raza, Santa Teresa, el Domund, inauguración de curso en
institutos y Universidad, y en Oviedo, además, se celebraba la llamada
<<Gesta y liberación>> con todo el protocolo inherente al caso:
paralización de actividades laborales, desfiles, ofrendas, paradas militares,
salvas, reparto de bollo y vino en el parque de San Francisco… y cena de autoridades
en el Alaska (en los bajos del Filarmónica).
Pudo ensombrecer la magnitud de la celebración de
esta gesta aquella otra de 1836, tan próximas en el calendario; pero el pueblo
de Oviedo, presto a festejar, no olvida la efeméride del Desarme gracias al
trabajo de la hostelería local.
Y en tiempos en que el mejor reclamo de clientela
era el boca-oreja, sin embargo algunos establecimientos ya se lanzan a la
modernidad del anuncio, por aquello de crear ambiente y expectación entre
ovetenses y visitantes; valgan como ejemplos los <<desarmes>>
de: Malani (Rúa 12); Junval, en la Vía
de Penetración; La Revuelta del Coche, en Noreña; casa el Pitu, en San Esteban
de las Cruces, y en los años 60: bar Las Vegas (carretera del Cristo), la
Boroña (carretera Oviedo-Gijón), bar Manila (San Bernabé 15)… Más tarde ya en
los 70: Nora, en Colloto; Arizona, Casa Fermín, bar Macando, Centro Asturiano
en Oviedo…, todos ellos entre las páginas deportivas de los periódicos, porque
era cosas de <<peñas>> de amigos.
Hoy amigos y amigas siguen encontrando
justificación perfecta para reunirse en torno a un menú especial: el
<<desarme>>. Continúa así (cambiando el signo: de bélico a
pacifico-festivo), el hecho de rendir culto a unos héroes que consiguieron
desarmar a otros y perpetuar el buen nombre de su ciudad, que se ganó a pulso y
manteniendo su talante liberal los seis epítetos de la leyenda de su escudo.
Si el liberalismo ocupaba el sentir y hacer de
aquellos ovetenses de 1836, alcanzó a otros aspectos de la vida cotidiana, a la
<<intrahistoria>> que tan bien explicaba Unamuno. Y no hay
actividad humana más cotidiana ni que refleje tan bien costumbres, ideologías,
mentalidades y sensibilidades (parte de la bien llamada <<historia de
larga duración>>) que la de los usos gastronómicos.
Aquel liberalismo alcanzó a un menú, el
<<desarme>>, por la libertad en la mezcla acertada y variada de
ingredientes y sabores, por la contundencia, y, a buen seguro, también por la
abundancia. Y este menú cuajó en el pueblo, que lo repite año tras año
rodeándolo del consabido misterio sobre su origen, como un ingrediente más,
como <<gancho>> para que no decaiga la conservación, y puerta
abierta a la Historia.
En Oviedo y entre los ovetenses, se desarrolla,
además, la singularidad del cambio semántico que con el buen hacer en los
fogones, adquiere la palabra <<desarmar>>. Si literalmente
significó despojar de sus armas a alguien, hoy entre nosotros adquiere
significación rotunda de degustar en Oviedo este concreto menú festivo en
compañía de amigos y en casa de comidas o restaurante elegido, por confianza en
el guiso y seguridad en un servicio perfecto.
Como muestra el que se ofreció en el acto de
presentación de esta fiesta del Desarme en el auditorio de Oviedo, convocado
por el Excelentísimo Ayuntamiento de Oviedo y la Asociación Empresarial de
Hostelería de Oviedo, y cocinado y servido por los alumnos de la Escuela de
Hostelería del Principado de Asturias de Oviedo.
Señoras y Señores, el Desarme es algo más que
costumbre, es una fiesta y por tanto les deseo: Que ustedes <<hayan
desarmado tranquilos y felices>>.
El Restaurante ------------------ les ofrece esta
gentileza
Y les desea un amistoso “DESARME”
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