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Mostrando entradas de enero, 2020

NATURALIDAD Y SENCILLEZ.

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En la época veraniega,   en la que generalmente parece que   cohabitamos   más cerca de La Naturaleza, me suelo encontrar en mejor disposición para hacer reflexiones tranquilas y ser más consciente de formar parte de un misterio directo, limpio e incluso mucho más trascendente,   sintiéndome   más   distanciado de los espacios, objetos, imágenes o personas inmodestamente sacralizados como, casa de Dios, ciudad santa, padre santo, santa cruz, santos lugares, etc., hasta llegar a enterrar a los escogidos en un camposanto, escenarios que me parecen pretenciosos intentos de lograr al alejamiento de la realidad humana mas natural. Casi al final del pasado verano, mi mujer y yo tuvimos ocasión de asistir a un par de  conciertos, celebrados en dos templos de lugares y ambientes distintos de   Asturias y  Castilla León. El primero fue en la   cuidada   iglesia parroquial de Bárzana, un pueblín del  Conce...

El sastre, el zar y el oso

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Esta la historia de un sastre, un zar y un oso. Un día, el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel (como todos los que se enmarañan durante demasiado tiempo en el poder). Así que furioso por la ausencia del botón, mando buscar al sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo. Nadia contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y, arrancándolo de entre los brazos de su familia, lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí la muerte. Al atardecer, cuando el carcelero le llevó al sastre la última cena, esté meneó la cabeza y musitó: – pobre zar. El guardia no pudo evitar la carcajada. – ¿Pobre zar? Pobre de ti. – Tu cabeza quedará bastante lejos de tu cuerpo mañana mismo. – Tu no lo entiendes – dijo el sastre – ¿Qué es lo más importante para nuestro zar? – ¿lo más imp...

El otro yo

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S e trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo. El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo. Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente...

El angustioso paso

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H acía poco mas de una hora que habían dejado su automóvil en el aparcamiento y al ir a recogerlo, estando delante de la maquina de abonar el importe, no recordaban exactamente el lugar en donde lo habían dejado. - Si, yo creo que es esta planta, pero… ¿tienes la tarjeta a mano? - La tengo aquí en el bolsillo de arriba, pero déjame algo suelto para pagar, pues no tengo mas que unos céntimos.. Ella abrió su bolso, saco el monedero y después de rebuscar, le entregó una moneda de dos euros. En ese momento, un gran resplandor, seguido de una impresionante explosión, empujó a ambos con una tremenda fuerza, hacia la pared del fondo. Prácticamente al mismo tiempo, un crujido encadenado fue derribando pilares, vigas y techumbre, acompañado de un inmenso colchón de humo, polvo, plásticos y pequeños objetos que fueron invadiendo totalmente el espacio, produciendo una total oscuridad, entre la que borrosamente destacaban algunos chispazos y llamas.  La primera sen...